VIVIENDO EN LA VICTORIA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

(Predicación de Sub Zona Misión Cristiana Elim de El Salvador, filial Santa Ana.)

Amados hermanos, es una bendición poder compartir con ustedes con mucha humildad y respeto el siguiente tema:

VIVIENDO EN LA VICTORIA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

Uno de los propósitos del enemigo de nuestras almas es debilitar nuestra fe, evitando así que disfrutemos de la victoria que tenemos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, y de ser posible, arrastrarnos a situaciones de las cuales el pueda valerse para poder acusarnos. Sus aliados en esta batalla son: El mundo y nuestras propias conscupiciencias; estos ejercen presión en nuestra alma trayendo a nuestro corazón temores, ansiedades y distintas luchas que tienen como fin corroer o debilitar los cimientos de nuestra fe, razón por la cual la Palabra de Dios nos advierte: “si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo?” (Salmos 11:3).

Los fundamentos de nuestra confianza, los cimientos de nuestra fe están forjados por la palabra de Dios, por cada una de esas promesas que nuestro Dios nos ha dado; como el Señor lo dijo, que esa palabra hecha realidad en nuestras vidas sería como un fundamento sobre el cual, al ser edificadas sobre Èl, nuestras vidas no serían removidas. Lucas 6:46-49).

Cada vez que la duda nos acose, debemos ahogarla en el mar de la Palabra de Dios, y descansar en cada una de las promesas que nuestro Señor nos ha dado. Cristo nuestro Señor usó La Palabra para reprender al tentador; cada vez que el enemigo quiso moverle la respuesta fue la misma: “escrito está…”

La Palabra de Dios nos enseña a echar toda nuestra ansiedad sobre El Señor, (1 Pedro 5:7) en la confianza que Él cuidará de nosotros. Él, que nos adquirió con precio de sangre (Efesios 1:7, Apocalipsis 5:9), haciendo de nosotros nuevas criaturas (2 Corintios 5:17), habrá también de completar su obra en nosotros hasta el día de su venida (Filipenses1:6).

Muchas veces oímos la voz del acusador de nuestras almas sembrando desanimo e inseguridad; pero aunque en esencia no seamos mejores que muchos de aquellos que no conocen a Cristo; ¡tenemos algo mejor!: el Señor nuestro Dios se acordó de nosotros, nos cubrió con su manto de justicia, nos adoptó como sus hijos, y nos ha dado promesas eternas. ¿Quién podrá cambiar el edicto que nuestro Dios ha dado respecto a nosotros?, nuestro Dios no miente, ni se equivoca, ¿Qué vio en nosotros?, ¡solo Él lo sabe!; lo que nos toca a nosotros es agradecerle y disfrutar de ese perdón, de ese bendito amor, y de esa gloriosa misericordia de la cual hemos sido participantes.

A veces fracasamos y esto nos da motivo suficiente para estar inconformes con nosotros mismos, pero hay medicina de Dios en su palabra: “abogado tenemos para con El Padre, a Jesucristo el justo”, ¿se dan cuenta que a pesar del tiempo, su perfección y justicia aún nos cubre?, bendito sacrificio de nuestro Señor, con el cual nos hizo aceptos delante de nuestro Dios de una sola vez y para siempre. Razón tiene Pablo al decir: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?, Dios es el que justifica; ¿Quién condenará?, Cristo es el que murió, más aún el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Romanos 8:33-34), ¡no estamos en pie por nuestra justicia, sino por la justicia de nuestro Señor Jesucristo!

¿Cómo entonces vencer las acusaciones del enemigo y las que nosotros mismos nos hacemos?
No podemos vencer estas acusaciones ignorándolas, ni desesperando; si no de la siguiente manera:

1. Por la sangre de nuestro Señor Jesús vertida para nuestro perdón (1 Juan 1:9)
2. Por la Palabra de Dios y sus promesas (Salmos 119:30, 119:105)
3. Acercándonos a las distintas fuentes de bendición que Dios ha dispuesto para nosotros (cultos, reuniones, oración, lectura, etc.), con un corazón dispuesto para que el Señor pueda ministrarnos.

Recordemos que Satanás es padre de mentira y se esconde en la oscuridad del engaño, mas La Palabra de nuestro Dios es luz que ilumina y pone al descubierto sus artimañas no quedándole más remedio que huir.

Caminemos siempre como hijos de luz y disfrutemos de los privilegios que tenemos en El Señor, vivamos siempre confiados de ese amor santo que nos amó, de tal manera que se entregó por completo por nosotros.

Somos hijos de Dios destinados a estar con Él para siempre, Él nos ha dado de su Espíritu, el cual nos habrá de guiar y guardar para siempre.

Bendiciones.
Hno. Guillermo A. Morataya.

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