Archive for julio 2013

Quedándose dormidos.

Por Marco Marin Parra.
"Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen." 1 Co 15:6.

Los discípulos del Señor Jesús murieron uno a uno. Sin embargo, no vemos en la Escritura ninguna palabra de lamentación, no se dice que han perecido o que pasaron a la tierra de las sombras; sino, que han dormido. El Espíritu está con El Señor Jesús en la gloria, y el cuerpo descansa hasta que Él venga.

Un hecho muy natural: "Quedarse dormido".

Es el final de un día, no es doloroso en si, sino que más bien, pone fin a todos los dolores, cansancio y sufrimientos. Una posición de seguridad de un fin de peligros.

Una condición que no es manera alguna destructiva, ni dormir ni morir destruye la existencia. Una postura llena de esperanza. Nos despertaremos de este sueño sin ninguna dificultad, y sumamente renovados.

¿Cómo nos comportamos con aquellos que están durmiendo?
¿Valoramos su presencia viva, su trabajo y testimonio?
¿No deberíamos ser más benevolentes y amables con los que viven?

Nosotros también deberíamos prepararnos para nuestro "Sueño".

¿Está en orden nuestra casa?
¿Está nuestra labor cristiana en orden?

¡Cuán pacientemente deberíamos llevar a cabo las labores y sufrimientos del día! puesto que aún queda un descanso para el pueblo de Dios.

Las esperanzas son confirmadas por esta figura: Los que duermen se levantarán. La voz del Padre les hará despertar. Los que duermen y nosotros mismos disfrutaremos de una dulce comunión. El sueño no destruye ahora el amor de los hermanos y hermanas, nos
despertaremos como familia unida, salvada por El Señor.

No tengamos una pena por aquellos que duermen. No, no tengamos temor de dormir en tan buena compañía en los brazos del Señor.
Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.

Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.

Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Amén. 1 Tes 4:13-17
Gracias Señor por la consolación en Tu Palabra, y el bálsamo que has puesto en mi corazón; y hoy lo comparto con todos aquellos que lo buscan y lo encuentran en Tu Bendita, Poderosa y Eterna Palabra. Amén.

Tu amado hermano Marco Marin Parra,
Bendiciones.
Suecia - Lysekil.

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Sabéis el camino.


Escuche el mensaje aquí.
Por Marco Marin Parra.
Basado en Juan 14:4-7.

Después de poner ante los ojos de los discípulos la meta de la felicidad celestial, Jesús pasa ahora a mostrarles en si mismo el camino para dicha meta. Lo da como cosa conocida de ellos: "Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino" (V. 4). Como si dijese: Lo podéis saber fácilmente, pues no es ninguna de las cosas secretas que no os pertenecen a vosotros; sino, que es de las reveladas.

Lo sabéis; sabéis y conocéis que existe esa casa, y que existe un camino para esa casa; aunque quizá no acertéis a percataros de cuál es esa casa, y cuál es el camino. En realidad, ya se os ha dicho y no podéis menos de conocer, tanto la mansión como el camino.

A esta declaración de Jesús, objeta Tomás su propia ignorancia, tanto de la meta como del camino. Le dijo Tomás: Señor no sabemos adónde vas; ¿cómo, pues podemos saber el camino? (V. 5).

La declaración que Jesús acaba de hacer respecto al conocimiento, que de la meta y del camino esperaba de ellos, suscita en ellos, precisamente, el reconocimiento de la ignorancia en que estaban en relación con todo eso; al mismo tiempo que les aviva el deseo de saber más.

Aquí muestra Tomás mayor modestia que Pedro. Pedro sentía afán de conocer dónde iba El Señor; en cambio Tomás, está solícito por conocer el camino. Al confesar su ignorancia recomendaba su modestia.

Los fieles siervos del Señor, cuando se hallan a oscuras, conscientes de que conocen sólo en parte (1 Co 13:12), están prestos a reconocer su propia deficiencia. Pero las causas de la ignorancia de los discípulos era palpable, ya que desconocían adónde iba Jesús por no discernir los tiempos y sazones, y pensaban que Cristo iba a restaurar de inmediato, sin pasar por la cruz el reino mesiánico (Hch 1:6).

La imaginación de los discípulos volaba de una ciudad a otra del país, preguntándose en cuál de ellas iba Jesús a ser ungido rey; por eso, no podían entender en qué lugar de los cuatro puntos cardinales iban a ser edificadas aquellas "mansiones" de las que Jesús les hablaba.

Si Tomás hubiera entendido que Jesús se dirigía al otro mundo, y en ese mundo, al cielo, no habría dicho: "cómo podemos saber el camino" (Jn 14:6). A esta objeción de Tomás, nacida de una supina ignorancia, da Jesús cumplida respuesta (V.6-7).

Tomás le había preguntado sobre la meta y sobre el camino, y Jesús contesta a ambas preguntas. Le conocían suficientemente a Él, y Él era El Camino; podían, del mismo modo, conocer al Padre, y El Padre era la meta. Por consiguiente, con razón les había dicho: "Sabéis adónde voy y sabéis el camino" (V.5).

"Creéis en Dios, que es la meta; creed también en Mí" que soy el camino (V. 1). Cristo habla de sí mismo como camino: "Yo soy el camino; Nadie viene al Padre, sino por medio de mí" (V. 6).

La naturaleza de la mediación de Cristo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida".

Como quiera que todo el contexto pone de relieve la idea de "camino", es muy probable que Jesús, al hablar en arameo, quisiese decir: "Yo soy el camino vivo y verdadero"; ya que el hebreo y el arameo suelen expresar por acumulación de sustantivos. Cristo es el camino en el que Dios y el hombre se encuentran. No es un camino entre tantos (Hch 16:17), "un camino"; sino, el único camino de salvación (Hch 4:12).

Ya no estamos en el estado de inocencia para ir por nosotros mismos al árbol de la vida, pero podemos ir a Él por medio de Cristo (Ap 22:14). Todo el que siga las pisadas de Cristo (1 Pedro 2:21), puede estar seguro de que no se desviará del camino recto hacia el cielo.

Cristo es La Verdad, no una verdad cualquiera: científica, religiosa, filosófica, etc, sino, la Única Verdad consistente y total. El Alfa y La Omega, de la "A" a la "Z" es la enciclopedia completa de Dios (Ap 1:8; 22:13).

Sin mezcla de error ni falsedad, esa es la verdad que hace libre (Jn 8:32). Por eso, al inquirir sobre La Verdad, no necesitamos aprender otra verdad que la que está comprendida en Jesús; pues, todas las cosas están en Él resumidas y restauradas (Ef 1:10).

En Cristo está la clave de todos los enigmas, pues Él nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría (1 Co 1:30). Cristo es la vida, no una vida cualquiera. La forma externa de nuestro vivir, juntos con los bienes con que se sustenta (1 Jn 2:16; 3:17); ni la interna pero corruptible vida temporal que hemos de estar dispuestos a sacrificar en aras de Cristo, y del Evangelio (Jn 12:25). La vida en el centro mismo del ser, participación de la vida de Dios.

Esta es la vida que dura por toda la eternidad ( Jn 3:15-16,36; 5:24). Cristo y por Cristo, estamos vivos para Dios con esta vida de Dios (Ro 6:3-11; Ef 2:1-5). La necesidad de la mediación de Cristo: "nadie viene al Padre sino por medio de mí" (V. 6). El hombre caído (y todo ser humano es originalmente caído desde el vientre de su madre, Salmo 51:5) no puede llegarse a Dios como a su Padre, si no es llegándose a Cristo como el único mediador entre Dios y los hombres (1 Ti 2:5).

Que habla del Padre como la meta: "Si me conocieseis también conocerías a mi Padre y desde ahora le conocéis y le habeis visto" (V. 7). Esta es una implícita reprimenda a los discípulos, en percatarse de la verdadera personalidad de Cristo. "Si me conocieseis..." le conocían, pero no como podían y debían conocerle.

Jesús había dicho antes a los judíos, en presencia de los Apóstoles: Sí a Mí me conocieseis, también a mí Padre conoceríais (V. 8:19). Con todo, los Apóstoles no conocían tampoco a Jesús.

No es fácil decir cuál de las dos cosas es más extraña, si la ignorancia voluntaria de los enemigos de la luz, o los errores lamentables de los hijos de la luz. No obstante, Jesús se satisface en parte, por la sinceridad de ellos, a pesar de la debilidad que muestran en su entendimiento. "Desde ahora le conocéis y le habéis visto", por cuanto "la Gloria de Dios brilla en la faz de Jesucristo" (2 Co 4:6).

Muchos discípulos de Cristo tienen mayor conocimiento, y más gracia de la que ellos piensan tener; pero no echan mano de lo que no saben como deberían, por lo que se privan a sí mismo de un conocimiento superior, y de una comunión más íntima con Dios. Amén.

"Sabéis el camino". Que esta reflexión pueda ser útil a nuestra vida espiritual. Amén.

Tu amado hermano Marco.
Suecia, Lysekil.
Bendiciones.
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