(Predicación de sub zona Misión Cristiana Elim de El Salvador, filial Santa Ana.)
Lectura bíblica: 1 Corintios 6:12,19-20
12 “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.”
19 “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”
20 “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”
Pensamiento: "Debemos cuidar de nuestro cuerpo, pues un día daremos cuenta de el ante nuestro Señor.”
Una verdad muy importante que todo ser humano debe saber, es el hecho de que somos responsables delante de Dios por todas aquellas cosas que Él nos ha dado. Esto es conocido como: “mayordomía”; partiendo de la verdad que todo lo que somos y tenemos es porque Dios nos lo ha concedido, (aunque muchos no lo creen así pues atribuyen su éxito a su inteligencia, o al esfuerzo de sus padres, o quizá a la suerte), somos responsables delante de Dios de nuestra familia, bienes, trabajos, influencias; en fin, todos aquellos recursos que el Señor nos ha confiado, y un día le daremos cuenta a Él.
Entre todo esto que nos ha sido confiado está nuestro cuerpo, que ha sido diseñado de manera maravillosa por Dios; no existe sobre la faz de la tierra nada que pueda igualarse a este cuerpo que el Señor nos ha dado. Podemos palpar, oler, recordar, amar, disfrutar de tantas cosas que, aún la máquina más compleja sería incapaz de hacer todo lo que un hombre puede hacer con su cuerpo.
El cuerpo humano no es bueno ni malo en si mismo; sin embargo, no debemos olvidar que pertenece al Señor, y debe ser usado en su voluntad y para sus propósitos.
Lamentablemente el cuerpo del hombre es usado de manera equivocada y lejos de glorificar a Dios que lo creó, le deshonra, y es apartado del propósito que Dios tiene para Él.
1. EL CUERPO DEL CRISTIANO LE PERTENCE A DIOS POR DERECHO DOBLE.
La verdad es que nuestro cuerpo le pertenece al Señor; no sólo por el derecho de creación (que ya es suficiente derecho); sino también por derecho de redención; pues hemos sido comprados por precio, y ¡qué precio!: La sangre bendita de nuestro Señor y Salvador!! (v20).
Hemos venido a ser templo del Espíritu Santo de Dios; el Señor mismo mora en nosotros a través de su Espíritu; como un sello que dice: “Propiedad del Rey de Reyes y Señor de Señores”.
Por esa razón somos llamados a glorificarle a Él con nuestros cuerpos; viviendo para su gloria; pues somos de Él y para Él, y un día más temprano que tarde, el Señor viene por lo suyo, y cada uno daremos cuenta delante de Aquel que es el supremo dueño y Señor de nuestras vidas.
Un hermano cuenta la anécdota, de un hombre que pasó frente a la casa de veraneo de un hombre rico; y quedó impactado por lo hermoso, limpio, ordenado y bien cuidado que estaba el jardín de dicha casa; estaba tan entregado a la contemplación de tal belleza, que no se percató que un hombre le observaba, y cuando le vio le preguntó:
-¿Es usted el dueño?, no respondió el hombre, soy el jardinero.
-¿El dueño vive aquí?, no -le contestó el jardinero.
-Entonces... ¿Viene muy seguido?, el jardinero le explicó que desde que había sido contratado por el encargado del lugar, el dueño nunca había llegado.
-Entonces ¿cómo es que usted tiene todo tan limpio, tan ordenado tan bello?, pareciera que usted espera al dueño del lugar para mañana mismo.
No -dijo el jardinero, lo espero como si fuese a venir hoy, y cuando venga quiero que el vea que he sido fiel para lo que se me confió.
¡Que bueno fuese que nosotros como hijos y pertenencia del Rey de Reyes y Señor de Señores, pensáramos así de este cuerpo que nos ha sido confiado!, y poder presentarlo ante Él sin vergüenza alguna, pues lo hemos usado para su gloria.
2. CÓMO CUIDAR NUESTRO CUERPO.
Dios ha dotado nuestro cuerpo de múltiples funciones, impulsos, y capacidades. Todo esto usado en el orden de Dios no es pecaminoso.
Quizá usted se preguntará: ¿Cómo saber cuándo estoy usando mal mi cuerpo?, Pablo el escritor de este pasaje que consideramos expresa un principio muy importante: “Todas las cosas me son lícitas (factibles), en otras palabras: puedo hacer cualquier cosa con mi cuerpo, pero no todas me convienen" ( v12).
Pero... ¿Cómo saber cuándo algo me conviene o no?
Sería excelente hacer el siguiente test a la acción que vamos a realizar:
a) ¿De qué manera la acción que voy a hacer me perjudicará a mí mismo?
Esta pregunta debe hacerse desde el principio asentado con anterioridad: “Que le pertenecemos al Señor”; pues muchos a veces argumentan: es mi vida, si me daño soy yo.
Yo me recuerdo una hermana que al ser confrontada con su conducta desordenada expreso: “Cada quien hace con lo suyo lo que le place”.
Pero ¡un momento!... Se trata del cuerpo que Dios te dio y que luego redimió a precio de sangre.
Y si la acción que vas a hacer te perjudica ¡deténte!, dicha acción es pecaminosa y por lo tanto desaprobada por Dios, no pasa la primera pregunta de nuestro test.
b) ¿De qué manera la acción que voy a realizar afectará a los que me rodean?
Si la primera razón no es suficiente para ti, hazte esta segunda pregunta: ¿De qué manera los que me rodean serán perjudicados? Y es que todo lo que hacemos afecta ya sea de manera positiva, o de manera negativa a las personas que nos rodean. Y los primeros afectados son las personas más cercanas, las que amamos más, luego siguen aquellos que quizá no están tan cerca, pero que de una u otra manera interactúan con nosotros.
Quizá el caso típico de pecado en contra del cuerpo es el adulterio. Veamos cómo esta acción pecaminosa daña:
Primero: Afecta a nuestra pareja, la daña, la frustra, la destruye.
Segundo: Afecta a los hijos, que tienen que sobrellevar el peso de los distintos pleitos, seguido por la posterior separación.
Tercero: Daña a todas aquellas personas que son expuestas a ese tremendo mal ejemplo, pues unos serán arrastrados a hacer lo mismo, quizá dirán: “si fulano, o mengana lo hizo, ¡por qué no yo!”, otros quizá desistirán de seguir a Cristo a causa de ese mal testimonio.
c) ¿De qué manera lo que voy a hacer me apartará del propósito que Dios tiene para mi vida?
Si ya pasó la acción a realizar las primeras dos preguntas, hazte esta tercera.
Dios tiene un propósito particular para cada uno de nosotros, Él quiere usarnos en su obra, pero ¡qué tremendo que Dios tenga que usar a otros pues nosotros nos volvimos inútiles a causa de nuestra desobediencia!
Cuando uno evangeliza, se encuentra con personas quizá borrachas o en drogas, o en adulterios, y le cuentan a uno: Yo fui pastor de tal y tal congregación, o yo fui diácono, o serví en esta y otra área de la obra de Dios.
Es doloroso ver las vidas apartadas del propósito para el cual fueron llamadas, y qué triste que si no se arrepienten a tiempo, la sentencia del Señor está marcada: “Mejor te hubiese sido no haberme conocido”.
3. LA ESCLAVITUD DEL PECADO.
Muchas veces la gente dice: Quiero probar haber qué pasa, haber qué se siente, después le pido perdón al Señor; pero la Biblia dice que el que hace pecado se constituye esclavo del pecado, y ¡cuántos están atrapados de situaciones que pensaron podían dominar!
Por eso el versículo que consideramos termina así: “Todas las cosas me son licitas , mas yo no me dejaré dominar de ninguna.”
CONCLUSIÓN:
Si un día haz de dar cuenta de ese cuerpo que se te ha confiado, ¿cómo lo estás usando?
Si no tienes a Cristo en tu corazón no puedes romper las cadenas y los hábitos pecaminosos que Satanás y el mundo te han impuesto. Necesitas pedirle al Señor te perdone, limpie tu ser con su sangre, e invitarle a morar a tu corazón.
Si ya tienes a Cristo y te haz dejado vencer por la tentación, confiesa ante Él tu pecado, apártate de las personas y los lugares que son propicios a esa situación que te ha dañado, y ocúpate en servirle al Señor.
Antes de hacer algo que te parezca sospechoso, hazle el test de las tres preguntas:
¿Cómo me afectará?
¿Cómo afectará a los que me rodean?
¿Me apartará acaso del propósito que Dios tiene para mí?
Y si no pasa una de estas preguntas positivamente, ¡deténte!, ¡apártate!, ora y busca ayuda.
Dios te bendiga,
Guillermo A. Morataya.
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