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EL VALOR DE LA MUJER ANTE EL SEÑOR.

Predicación en Misión Cristiana Elim filial Santa Ana, El Salvador.
Por Guillermo Morataya.
Lectura bíblica: Juan 4:5-18
5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.
6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.
7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.
8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.
9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.
10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá.
17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;
18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

Reflexión: Sólo en Jesús la mujer encuentra su verdadero valor.

Sólo basta con dar una mirada a los medios informativos, para darse cuenta de la forma cómo el mundo valora a la mujer. Es increíble el número de jovencitas que son abusadas sexualmente, muchas veces incluso por sus propios padres; o qué decir de las muchas que son engañadas y explotadas sexualmente por personas sin escrúpulos, y qué de aquella gran cantidad de mujeres que sufren maltrato en sus hogares tanto físico como psicológico, o las que son engañadas y usadas convirtiéndose a muy temprana edad en madres solteras. O de aquellas que son objeto de infidelidad y que son obligadas a aceptar dicha situación ya sea por su dependencia económica a su marido, o por temor a ser golpeadas o asesinadas por estos.

Todo esto, crea en la mujer una auto-estima muy baja que les lleva a sentirse miserables, y no se ven muchas veces a sí mismas como personas, sino más bien, como objetos sexuales, o como alguien que sirve solo para cuidar de la casa y de los hijos; como alguien que debe someterse sin argumento a los abusos de su marido; pues carece de derechos por el simple hecho de ser mujer.

Muchas veces debe cargar toda la vida con esos complejos, con esas heridas causadas desde la niñez en algunos casos, porque esa es la idea o la imagen que Satanás y el mundo han plasmado en ella; sin embargo, esa no es la voluntad de Dios para la mujer, y cuando Jesús estuvo físicamente sobre la tierra, Él no vio a la mujer como seres seductores responsables del pecado, ni como criaturas inferiores e incapaces; ¡no!, Él las invitaba a seguirle, les permitía que le tocasen, las sanaba, las escuchaba; fueron objeto muchas veces para manifestar en ellas sus milagros, formaron parte de parábolas y sus discursos.

Además les concedió privilegios grandes como ser las últimas personas en permanecer a su lado cuando Él murió, y las primeras en descubrir su resurrección.

1. La condición de la samaritana.

El pasaje bajo consideración es un ejemplo de ese valor que nuestro Señor Jesucristo dio y da a la mujer.

El pasaje nos habla de una mujer, que solo por el hecho de serlo ya era vista de una manera inferior en la cultura de su época; carecía de derechos civiles. Se creía que Dios no trataba de igual manera con ellas que con los hombres por el simple hecho de ser mujeres.

Además de ser “mujer”, era samaritana; los samaritanos eran vistos por los judíos como seres despreciables; de tal manera que para trasladarse de Judea a Galilea, bordeaban la región de Samaria para no contaminarse; y todo esto agravaba la situación de esta mujer, pues, además de ser mujer, era samaritana.

Pero no todo acababa ahí, ella era además, una mujer a la cual los hombres que se habían acercado a ella no la habían valorizado; ella después de su primer fracaso, había abrazado otras relaciones con la esperanza de encontrar un hombre que la valorizara, que la amara, que le diese un hogar, que la sostuviese; pero todos habían jugado con su dignidad.

Cuando ella pasaba por las calles, las demás mujeres murmuraban de ella, la miraban como una mujer pícara, corrupta, y los hombres la miraban como un objeto fácil de obtener; como alguien con quien podían satisfacer sus fantasías sexuales. Más de alguno quizá hasta comentaba lo que había hecho con ella.

Se agravaba aun más su situación por su pobreza aunque la biblia no lo dice, pues el hecho de que ella misma saliese a buscar el agua, nos habla de su situación económica; no tenía una criada para hacer el trabajo como podían tenerla otras mujeres; quizá era madre de más de un hijo y de distinto padre.

Todo esto le hacía sentirse triste; quizá en la soledad de la noche muchas veces derramó sus lágrimas, probablemente más de alguna vez, al no encontrar manera de rehacer su vida pensó en suicidarse.

Quizá todo este panorama le hizo tener un carácter agresivo, tozco y hasta vulgar y deprabado.

Quizá llegó a creer que ella era eso que el mundo decía que ella era; llegó a creer que era un objeto, un ser sin valor; y así actuaba. Y esa es muchas veces la imagen que Satanás y el mundo proyectan en la mujer hoy en día, la desvalorizan, le roban la razón de ser, la apartan del propósito que Dios tiene para sus vidas.

2. El amor de Jesús.

A pesar de todo, delante de Dios la mujer tiene un valor muy especial; si bien Satanás vino para matar, hurtar y destruir; Jesús vino para dar vida y vida en abundancia.

El Señor Jesús se dirigió hasta la entrada de esta ciudad de Samaria llamada "Sicar", específicamente a ese pozo llamado de Jacob, y no fue allí por una casualidad; pues aunque esta mujer no lo sabía, Jesús la conocía y la amaba, Él sabía de su sufrir, de su baja estima, de la imagen que Satanás y el mundo habían creado en ella, Él sabía de sus lágrimas, de su desesperación. Él sabe y conoce de cada una de las luchas y desesperación de cada una de las mujeres del mundo; Él tan sólo está esperando que abras la puerta de tu corazón y le permitas a Él llenar tus vacíos, sanar tus heridas, librarte de cada uno de tus temores, y hacer de ti una mujer nueva.

Por esta razón, envió a sus discípulos lejos; Él quería encontrarse con esta mujer, con la criticada, la rechazada, la menospreciada; la que para el mundo no tenía valor, pero que ante los ojos de Dios tenía un especial valor. Y fue a ese lugar exclusivamente por ella. Y es que para Dios no existe la casualidad, no es una casualidad que tu estés leyendo estas líneas. Desde aquí el Señor te está gritando: "te amo" a pesar de conocerte, a pesar de tus pecados, "te amo" y quiero perdonarte, quiero cambiar tu vida , quiero derramar en ti ese amor, esa paz que no haz podido encontrar en lo que este mundo te ha presentado.

3. El agua que sacia el alma.

Nuestro Señor le pidió agua a esta mujer, y no por que tuviera sed, mas bien era una excusa para acercarse a ella. Una excusa que la dejó asombrada, Él un hombre y judío hablarle a ella, una mujer que además era samaritana (v9); mas el Señor le dijo: Si conocieras el regalo que Dios quiere darte, y quién es El que te pide de beber, tú le pedirías a Él y Él te daría agua que saciaría tu alma (v10); no como lo que haz probado en el mundo que divaga tu pena por un momento y luego deja en ti un sentimiento de insatisfacción, de culpabilidad, de vacío. No, lo que Dios ofrece es paz, esperanza, gozo, seguridad.

4. La necesidad de enfrentarse con si misma.

La mujer se puso ansiosa al oír de esa agua y exclamó: “Dame de beber, dame de esa agua” (v-15). Pero el Señor sabía que la mujer debía enfrentarse con ella misma, reconocer su pecado, reconocer que había estado viviendo alejada del propósito que Dios tenía para su vida, reconocer que su conducta ofendía a Aquel que la amaba. Y este es el primer paso para la restauración de toda mujer y de todo ser humano: Reconocer su necesidad de perdón, reconocer su indignidad delante de Dios, para poder ver así en Dios, el caudal de gracia para su alma.

Llama a tu marido -le dijo el Señor, ella se estremeció al ser confrontada con su pecado, al ser confrontada con su intimidad. No tengo -le respondió ella; bien has dicho porque cinco maridos haz tenido, y el que tienes no te pertenece (v.17-18).

Él es especial, me conoce, conoce mi intimidad -pensó ella. Y es que el Señor conoce la intimidad nuestra, nada podemos ocultar ante su gloria; por eso debemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia y recibir el oportuno socorro.

Fue solo hasta que esta mujer reconoció su necesidad, se humilló, sintió el peso de su pecado que comenzó a vislumbrar Quién era El que estaba con ella. Fue hasta entonces que el Señor se reveló plenamente a su vida: "Sé que ha de venir el Mesías llamado el Cristo" (v25). "Yo soy, El que habla contigo" -le dijo el Señor (v-26).

Conclusión.

Esta mujer no volvió a ser la misma, su vida cambió, sus temores se fueron, una paz que jamás había experimentado inundaba su alma. Nadie podía estorbarla, pues Aquel que tenía todo poder le había perdonado, ella había bebido del agua que sacia el alma.

Sin importar hasta dónde hallas caído, hoy el Señor se ha acercado a ti, hoy el Señor te dice: Yo te amo, morí en la cruz para pagar por tus pecados, sufrí para poder darte paz y vida eterna; pero es necesario que reconozcas tu necesidad, que confieses tus pecados delante de Mí y Me invites a morar en tu corazón, y esa paz que sobrepasa todo entendimiento llenará tu alma.

Que Dios te bendiga.
Guillermo A. Morataya.
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