Cómo se sana una nación.

Por Marco Marin Parra.
Tema basado en 2 Crónicas 7:11-15.

Una nación se sana, cuando nos humillamos: "Si se humillare Mi Pueblo".

¿Qué es humillarse?

Es poner a un lado la apariencia, quitarnos la máscaras, despojarnos de nuestra experiencia, romper nuestros proyectos humanos, y lanzarnos a los brazos del Padre Celestial. Si nosotros fuéramos realmente humildes, conoceríamos realmente lo mentirosos que somos. Hoy podríamos decirle al Señor: "Señor enséñame a humillarme ante Tí, de tal manera que pueda entender lo mentiroso que soy, y el fraude que vivo".

Humillación es real desespero. Desespero de mi mismo, para que yo pueda extender enteramente en tí. La autosuficiencia es el elemento que nos aleja de la dependencia absoluta de Dios.

La indiferencia nos hunde en el pozo de la indolencia e insensibilidad; es la piel dormida del alma para poder captar lo sublime, tierno e inmensurable de la riqueza divina, puesta a disposición de los pueblos quebrantados.

¿Cuántas veces, mientras nuestra nación se deteriora moral, espiritual, política y familiarmente, nosotros parecemos dormidos en el lecho de la desesperanza? Pero... cuando despierto en medio de la humillación de mi propia vanidad, la oración me conecta con el Trono de la Gracia, para ver el despertar de mi espíritu y de mi pueblo.

Una nación se sana cuando oramos y oramos:

Orar, porque es la única opción que tenemos. Orar, porque Jesús mismo lo demostró en todo Su Ministerio. No importa qué nivel de madurez espiritual hayamos alcanzado, necesitamos renovar nuestra apariencia; necesitamos frescas manifestaciones y nuevas visitaciones del cielo. Necesitamos que las ventanas de los cielos se abran una y otra vez sobre nuestras cabezas; necesitamos que El Espíritu Santo nos de otra vez un pentecostés.

"Sin mí nada podéis hacer" (Juan 15:5) = "Jesús - separado".

La oración, la intercesión y el quebrantamiento, son las herramientas divinas para ver cambios sustanciales en nuestra nación.

¿Cuándo fue la última vez que invertimos unas horas en la noche, o en la mañana para interceder por nuestra nación? Dios le dijo a Salomón: "Si mi pueblo se humilla y Ora", dos primeros elementos vitales en el sendero de la recuperación de nuestra nación. Y esos dos elementos, comienzan en Mi y en Ti.

Una nación se sana, cuando buscamos El Rostro. "Y buscaren mi rostro" dice El Señor.

¿Qué es buscar Su Rostro?

No es lo mismo que orar. No, no es lo mismo; usted y yo podemos orar sin buscar El Rostro de Dios. Buscar El Rostro de Dios, es un grado más de profundidad en la comunión con El Padre. Uno puede orar sin buscar Su Rostro, así como usted puede hablar con alguien sin mirar su rostro. Para poder mirar el rostro de alguien, uno tiene que sentirse libre de culpa. Mirar el rostro, es estar dispuesto a ser confrontado; y es ahí, donde muchas veces, huimos fácilmente escondiéndonos aún en la misma oración, para no ser confrontados por El Dios Eterno.

No puede prevalecer el rostro ante El Divino, uno tiene que rendirse... como el profeta Isaías 6:1-5. Pedro ocultó su rostro ante Jesús; sintió la confrontación del Maestro (Lucas 5:8); Gedeón exclamó un grito de muerte (Jueces 6:22); Abram escondió su rostro muriendo así a sus planes, y su identidad cambió (Génesis 17:3-5). Jacob fue marcado por el rostro de Dios (Génesis 32:30-31). Moisés ocultó su rostro para morir a su vida sin propósito (Éxodo 3:5-6). Elías no pudo mantener su rostro mientras huía (1 Reyes 19:13).

Ahora podemos ver, la razón por la cual en 2 Crónicas Dios habla primero de humillarse, luego habla de orar, y nos sube a un tercer escalón al hablarnos de buscar Su Rostro. Por eso el Rey David dijo: Escudríñame oh Dios, y ve si hay en mi camino de perversidad.

Nuestra nación comienza a sanarse, cuando nosotros mismos, quienes conocemos a Dios personalmente NO evadimos la confrontación divina, luego de humillarnos y orar. En nuestras manos cae tremenda responsabilidad. Una nación, se sana cuando nos convertimos de nuestros malos caminos: "Y se convirtieren de sus malos caminos". Regularmente cuando leemos esta parte del pasaje, respiramos profundamente, y decimos: ¡Bueno... gracias a Dios ya estamos convertidos, ya no andamos en malos caminos, de licor, vicios y maldades!

La verdad es que, en este pasaje Dios le habla a Su Pueblo. Todavía hay malos caminos en medio nuestro. Por eso, buscar El Rostro de Dios habla de confrontación, y cuando Dios mismo nos confronta, el único camino que nos queda por delante es la conversión. Conversión, es dar la media vuelva, y quedar con el rostro hacia donde estaba la espalda; un cambio de espíritu, caminos, mentalidad y conducta.

Los cristianos determinamos el estado del pueblo de Dios y de la nación. Somos la sal de la tierra, la luz en medio de la oscuridad.

¿De cuales malos caminos tenemos que convertirnos?

Arrogancia, orgullo, vanidad, indiferencia, insensibilidad y orgullo religioso.

Ausentismo.

Ausentismo de la personas en los lugares y las posiciones. Deberíamos estar para hacer la diferencia. Damos la espalda para ver el deterioro que nos rodea, y al dar la espalda a la realidad de nuestro pueblo, le damos la espalda a Dios. Porque Dios está en él, y con el pueblo.

Autosuficiencia.

Creemos que podemos salir solos adelante, aunque el ambiente alrededor se deteriora. Creemos que sin orar por nuestra nación, nosotros mismos podemos escapar del torbellino que se cierne sobre todos nosotros.

Anhedonia.

Pérdida del placer en las cosas naturales de las vida, y al perder el placer en la forma sana, nos hemos vuelto adictos para poder sentir mayor placer; pero la verdad es que, no disfrutamos de nada, porque nos hemos esclavizado a la comida, los vicios, la televisión, el trabajo, etc. Nos hemos conectado adictamente a los aparatos, y nos hemos desconectado de Dios, la familia, los amigos y nuestro Pueblo.

Adulterio, pornografía, adicciones sexuales, pecado oculto.

El sexo se ha convertido en nuestro dios. Los hogares, aún de los creyentes se han resquebrajado, y no sentimos el dolor del arrepentimiento.

Amargura.

Resentimientos sin resolver, pérdida de perdón. Lamentamos el ayer y no disfrutamos del presente, mientras enturbiamos las aguas del futuro. De todo eso tenemos que convertirnos.

Hemos dividido los pecados elegantes, y pecados de bajo calibre; pecado, es pecado delante de Dios. Nuestros pecados que nos dominan, son los mismos pecados que han hundido a nuestra nación, pero en mayor escala.

Es por eso que Dios nos confronta y nos pide conversión. ¿Cuáles son las promesas de Dios si nos humillamos, oramos, buscamos Su Rostro y nos convertimos? Resultados de estas cuatros acciones nuestras, Dios Oirá: "Entonces yo oiré desde los cielos". Dios promete oírnos, no hay ninguna duda que Dios abre su oído a la oración de sus hijos.

¿Acaso no oirá el que nos puso las orejas, ni podrá ver el que nos formó loa ojos (Salmos 94:9). La seguridad de ser escuchados por Dios mismo, es la más grande seguridad que los humanos tenemos. "Oración es el contacto entre la tierra doliente, y El Dios de toda esperanza".

Dios perdonará.

"Y perdonaré sus pecados..." Por Tu gran amor, te suplico que perdones la maldad de este pueblo, tal como lo has venido perdonando desde que salió de Egipto.

El Señor le respondió: me pides que los perdone, y los perdono (Números 14:19-20).

Increíble seguridad de perdón.

El Padre Eterno nos revela, nunca da la espalda a quien con sencillez de niño pide perdón. "Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados" (Salmo 32:1). "Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: Voy a confesar mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste mi maldad y mi pecado" (Salmo 32:5). Y ahora llegamos a la médula de todo este proceso divino hacia la nación.

Escuche el mensaje aquí.

Dios sanará la nación. "Y sanaré su tierra" (Isaías 60:1-22).

¡Levántate y resplandece que tu luz ha llegado! Los ojos, los oídos y el corazón de Dios estará con nosotros continuamente (2 Crónicas 7:15, Deuteronomio 11:12). Caminemos hacia esa conversión genuina, primero de nosotros mismos, y luego de nuestra nación. Amen.

Demos gracias a Dios por Su Eterna Palabra, y que nos ayude a reconocer nuestra debilidad delante de Su Presencia. Gracias Padre Celestial, por Tu gran amor.

Bendiciones.
Tu Amado Hermano Marco.
Suecia – Lysekil.
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