Tiempo de orar.

Por Marco Marin Parra.
Un tema basado en Lucas 11:1-7

Lc 11:1-7 RV60:

1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.

2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,

6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;

7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?
La oración es uno de los grandes deberes de todo hombre de Dios, por lo que uno de los mayores objetivos del cristiano es ayudarnos a orar, y mostrarnos la obligación de hacerlo e instruirnos sobre el modo de hacerlo, estimulándonos a sacar provecho de tan excelente gracia.

Hallamos a Jesús orando en un lugar (V. 1). Lucas menciona más que ningún otro evangelista la frecuencia de las oraciones de Cristo. Cuando fue bautizado, estuvo orando (3:21). ¿Qué produce su oración?... Los cielos se abren.

Se retiraba con frecuencia a los lugares solitarios para orar (5:16), para entrar en una comunión con su Padre eterno. Salió al monte a orar y pasó la noche entera en oración a Dios (6:12-13). Era necesario para elegir a sus discípulos con la guía divina.

Mientras Jesús oraba aparte (9:18) les preguntó, diciendo:

—¿Quién dice la gente que Soy Yo?

—El Cristo de Dios —respondió Pedro.

Jesús oraba por sus discípulos para que fueran llenos del Espíritu Santo, de discernimiento. Poco después subió al monte a orar, y entre tanto que oraba (9:28-29) ¿qué le sucedió?... La apariencia de Su rostro se hizo otra.

Necesitamos cambiar nuestro rostro por uno que refleje a Cristo.

Él es la hermosura del Evangelio, y eso lo lograremos cuando le demos "Tiempo a La Oración" a solas.

Sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar. No le dijeron: Enséñanos a predicar, a echar demonios; sino, a orar. Sabían de qué Fuente sale el poder de Dios.

Cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor; enséñanos a orar. No querían molestarle mientras oraba; por eso, acudieron con la petición cuando terminó de orar.

Aun cuando Cristo está dispuesto a enseñarnos, desea que se lo pidamos; pues así le mostramos nuestro interés y que somos conscientes de nuestra necesidad.
Su petición es, pues: Señor, enséñanos a orar.

Los verdaderos discípulos de Cristo han de acudir a Él para que les instruya sobre la oración. La frase misma: ”Señor, enséñanos a orar“ es en sí, una buena oración; y por cierto, muy necesaria; pues no es cosa fácil orar bien. Y solamente Jesucristo mediante Su Palabra y El Espíritu Santo puede enseñarnos a orar (Ro 8:26-27).

La oración es una gracia que se obtiene pidiéndola. Y añade: “Como también Juan enseñó a sus discípulos“. Juan Bautista se preocupó de enseñar a sus discípulos a orar, y los de Cristo desean también que El Maestro les enseñe como Juan hizo con los suyos.

Mientras que la oración de los judíos consistía generalmente en adoraciones, alabanzas a Dios y doxologías, Juan enseñó a sus discípulos a orar también en forma de peticiones.
Eso es lo que vieron los discípulos de Jesús al decir a Su Maestro: “Señor, enséñanos a orar“ en forma que añadamos peticiones a las bendiciones al nombre de Dios, a las que estamos acostumbrados desde niñez.

Y vemos que, en efecto, Cristo les enseña una oración que consta únicamente de peticiones, y en la que se omite toda doxología, e incluso el amén. Que en la oración debemos llegarnos a Dios como los hijos al Padre, un Padre común de todos cuantos hemos llegado a ser hijos (Jn 1:13; Ro 8:14).

La idea tan corriente de que Dios es Padre de todos los hombres, es totalmente contraria a Las Escrituras, por ejemplo (Jn 8:41-44); que, al mismo tiempo y en las mismas peticiones que dirigimos a Dios a favor nuestro, hemos de incluir a todos cuantos son como nosotros, hijos de Dios; puesto que Jesús nos enseñó a pedir: “Padre nuestro“, no “Padre mío“.

Un principio fundamental de amor, es decir, universal, debe animar nuestro corazón cada vez que oramos esta oración que El Señor nos enseñó. Que para robustecer en nosotros el hábito de dirigir nuestros pensamientos al cielo (Col 3:1-3), hemos de dirigir allá los ojos de la fe; ya que hablamos a nuestro Padre que está en los cielos. Que en nuestra oración hemos de buscar primero el reino de Dios y su justicia, y dar honor a Su Santo Nombre, y al poder de su justo gobierno.

Oremos que, tanto Su Honor como Su Poder se manifiesten más y más. Que los principios y las prácticas del mundo invisible (al que, por tanto, solo por fe podemos llegarnos de momento) son el gran original o arquetipo, al que debemos desear se ajusten más y mejor los principios y las prácticas del mundo visible. Ya que la frase “como en el cielo, así también en la tierra" puede aplicarse a las tres primeras peticiones.

Que quienes fiel y sinceramente tienen el pensamiento ocupado en las cosas de Dios, puedan esperar humildemente que todas las demás cosas les serán añadidas (Mt 6:33), y orar así con fe segura por ella.

Si nuestro principal deseo es que El Nombre de nuestro Padre sea santificado, que venga Su reino, y que se cumpla Su santa voluntad, podemos también acudir con toda confianza al trono de la gracia (He 4:16) a pedir a Dios que nos conceda lo necesario para el sustento cotidiano.

Que en nuestras oraciones por las bendiciones temporales, hemos de ser moderados, y ajustarnos a las necesidades de cada día. Pues “le basta a cada día su propio mal" (Mt 6:34). Y, por otra parte, al pedir el pan de cada día, reconocemos nuestra constante dependencia del Padre Celestial.

Que los pecados son deudas que contraemos cada día, y por consiguiente, hemos de orar cada día que se nos perdonen. Cada día aumenta nuestro déficit en la cuenta del pecado, y es un milagro de la divina misericordia, el que se nos otorgue el denuedo necesario para acercarnos diariamente al Trono de la Gracia para orar por el perdón de ellos, que en nuestra debilidad cometemos a diario. Dios multiplica su perdón mucho más allá de setenta veces siete.

Que no tenemos ninguna razón para esperar que Dios nos perdone los pecados que cometemos contra Él, si nosotros no perdonamos sinceramente a quienes de alguna manera nos hayan ofendido e injuriado.

Que la tentación al pecado debe infundirnos tanto temor, como la ruina del pecado. Debemos, pues, orar a Dios que no seamos llevados a la tentación.


Escuche el mensaje aquí.

¿Cómo hemos de orar?

Que seamos prevenidos de caer en pecado; y por el pecado, en la ruina (Co 8:11).
Que hemos de depender de Dios para que nos libre de todo mal; o más bien, del malo, de Satanás. Con la oración han de ir unidas la vigilancia (Mt 26:41; Mr 14:38) y la resistencia al diablo (Stg 4:7). Imitemos al Señor Jesucristo en la forma con que venció las tentaciones del maligno. Amén.

Que Dios nos ayude a tomar esta porción de Su Bendita, Eterna y Poderosa Palabra.

Enséñanos a orar... "Tiempo de orar" (continuará la parte # 2).

Tu amado hermano Marco Marin Parra.
Bendiciones.
Suecia - Lysekil.

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