Tiempo de orar (Segunda parte).

Por Marco Marin Parra.
Basado en Lucas 11:5-8

Lc 11:5-8 RV60:

5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,

6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;

7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?

8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.
Jesús nos estimula a ser importunos y fervientes en nuestras oraciones; pues nos muestra, que la importunidad obtiene buenos resultados en nuestro trato con los hombres (V.5-8).

Propone el caso de un hombre que, en una súbita emergencia se va a casa de un vecino a una hora intempestiva. como es la medianoche; para rogarle que le preste tres panes, no para él mismo, sino para un amigo que ha llegado sin avisar de su llegada.

El vecino se resistirá a concederle el favor, porque le ha despertado con su llamada y le ha puesto de mal humor, y tendrá razones para excusarse.

Pero si el hombre continúa llamando e insiste en su petición, y rehúsa marcharse de la puerta del vecino, mientras no obtenga el favor que pide, el vecino se levantará de la cama y le concederá lo que le pide, aunque no sea más que por quitárselo de encima.

“Os dijo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite“ (V. 8). Si así podemos prevalecer con los hombres por medio de nuestra importunidad, aunque ellos se incomoden, ¡¿cómo no prevaleceremos con Dios, quien está deseando que le importunemos?!

Este símil, pues, nos anima a Orar. Nos enseña a dirigirnos a Dios con libertad y confianza para pedirle lo que necesitamos, de la misma manera que un hombre va a casa de un amigo íntimo, de quien espera ayuda segura en momento de apuro.

Hemos de acudir en oración a Dios, a fin de pedirle algo necesario como es el pan. Hemos de acudir a Él para pedir por otros también, no solo por nosotros. El hombre del símil vino a pedir pan, no para sí, sino para un amigo.

Nunca seremos mejor recibidos en audiencia ante el trono de la gracia, que cuando vamos a pedir que Dios nos capacite para hacer bien a otros. Hemos de acudir con mayor confianza, cuando nos hallamos en un apuro en que no nos hemos metido por nuestra necesidad y descuido, sino porque la providencia de Dios nos ha llevado a esa situación.

Este hombre no habría necesitado el pan, si no hubiese sido porque el amigo vino a él inesperadamente. En tales casos, la ansiedad que Dios pone en nuestro corazón podemos descargarla con toda confianza sobre Él.

Si no contesta nuestras oraciones inmediatamente, lo hará a su debido tiempo, si continuamos importunándole. Dios ha prometido darnos lo que le pidamos; y no sólo nos anima saber cuán bueno es, sino también, que es fiel a Su Palabra (V. 9-10).

“Y yo os digo: Pedid, y os dará“.  Lo tenemos aquí de los labios mismo de Jesús. Y no nos hemos de contentar con pedir, sino buscar también, y unir la acción a la plegaria; y al pedir y buscar, hemos de continuar llamando a la misma puerta, así prevaleceremos hasta el final. “Porque todo aquel que pide, recibe”, aunque sea el menor de los creyentes, con tal que pida con fe.

Esta importunidad consigue infalibles resultados, cuando pedimos a Dios las peticiones que el propio Jesús nos enseñó (V. 2-4).

Jesús nos estimula a orar con la consideración de que Dios es nuestro Padre. Así lo hace: Apela a las entrañas de los Padres de la tierra: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo pide pan, le dará una piedra? o si pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?" (V .11-12).

Todos sabemos que sólo un padre descabellado o loco podría hacer con sus hijos tales barbaridades. Aplica esto a las bendiciones de nuestro Padre Celestial: "Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" (V. 13).

En Mateo 7:11 dice: “buenas cosas“, pero aquí dice: “El Espíritu Santo." Observemos la instrucción que nos da en cuanto a lo que hemos de pedir: Hemos de pedir que nos de El Espíritu Santo, no sólo como algo que necesitamos para saber orar como conviene, sino también, como resumen de todas las cosas buenas por las que hemos de pedir.

El ánimo que nos de en cuanto a la esperanza de una pronta respuesta a nuestras oraciones: “Vuestro Padre Celestial dará“. Está en Su Poder darnos El Espíritu, y en Él darnos todas las demás cosas; pero está también en su promesa.


Escuche el mensaje aquí.

Si nuestros padres de la tierra, siendo malos (es decir, pecadores por naturaleza, no precisamente mal inclinados hacia los hijos) y débiles, saben y quieren dar cosas buenas a los hijos, cuánto más nuestro Padre de los cielos, infinitamente bueno y sabio, nos dará cosas buenas; y sobre todo, el mayor Don que tiene, que es El Espíritu Santo. Amén.

Gracias Dios por tu Eterna, Bendita y Poderosa Palabra que nos entregas. En el Poderoso Nombre de Cristo, enséñanos a orar... ¡Es tiempo de orar!

Tu hermano
Marco Marin Parra,
Suecia - Lysekil,
¡Bendiciones!


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