Lectura bíblica:
Santiago 1:13-15 RV60
13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
El origen del Pecado.
Muchos están atribuyendo la causa de su pecado a Dios. Pero Dios no es, ni nunca podría ser el autor del pecado. Todo pecado debe ser atribuido a las propensiones de nuestra propia naturaleza. Dentro de cada uno de nosotros tenemos una predisposición secreta al pecado, que se llama concupiscencia, lujuria o lascivia.
El crecimiento del pecado:
Su primera manifestación en el alma es a menudo lenta y gradual. Sin embargo, su progreso hacia la madurez es generalmente muy rápido.
El problema del pecado:
El pecado nunca ha sido estéril, sus resultados son numerosos, como la arena de la playa, pero en cada caso el nombre de su primogénito es el mismo: La muente espiritual.
Su pena:
Ezequiel 18:4: He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.
Romanos 1:18: Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.
Romanos 6:21: Pero ¿qué fruto tenías de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.
Romanos 6:23: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Su merecido:
Considerad que el pecado es una rebelión contra Dios; visto como debe verse, en las agonías y la muerte del Unigénito Hijo de Dios. Su tendencia nos indispone para la comunión con Dios, y nos incapacita para los santos ejercicios.
No tratemos de paliar el pecado, Satanás ha ejercitado toda su malicia contra nuestro Señor, pero no pudo prevalecer porque en Él no había nada que secundara o asistiera sus esfuerzos. De manera que si no nos rendimos voluntariamente a su influencia, tampoco puede vencernos a nosotros.
No juguemos con la tentación, mantengámonos a distancia de los lugares, los libros y las compañías que engendran el pecado. Velemos y oremos para que no entremos en tentación. No abandonemos a nuestro Salvador ni por un momento; nadie sino El Señor Jesús puede vencer al pecado y la muerte.
La tentación proviene de los deseos o inclinaciones del corazón. Mateo 15:19 dice: Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
Si no se les hace frente y se les suprime por medio del Espíritu Santo, la concupiscencia; es decir, los malos deseos conducen al pecado, y después a la muerte espiritual (V.15). Amén.
Leamos Ezequiel 11: 19-20, amén. Meditemos en lo escrito para que podamos vencer con Cristo, y en comunión con Su Palabra.
Tu amado hermano Marco Marin Parra. Te recuerdo que puedes escribirme para poder ayudarte con tus peticiones delante de la presencia de Dios y de antemanos te doy las gracias y bendiciones, amén.
Santiago 1:13-15 RV60
13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
El origen del Pecado.
Muchos están atribuyendo la causa de su pecado a Dios. Pero Dios no es, ni nunca podría ser el autor del pecado. Todo pecado debe ser atribuido a las propensiones de nuestra propia naturaleza. Dentro de cada uno de nosotros tenemos una predisposición secreta al pecado, que se llama concupiscencia, lujuria o lascivia.
El crecimiento del pecado:
Su primera manifestación en el alma es a menudo lenta y gradual. Sin embargo, su progreso hacia la madurez es generalmente muy rápido.
El problema del pecado:
El pecado nunca ha sido estéril, sus resultados son numerosos, como la arena de la playa, pero en cada caso el nombre de su primogénito es el mismo: La muente espiritual.
Su pena:
Ezequiel 18:4: He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.
Romanos 1:18: Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.
Romanos 6:21: Pero ¿qué fruto tenías de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.
Romanos 6:23: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Su merecido:
Considerad que el pecado es una rebelión contra Dios; visto como debe verse, en las agonías y la muerte del Unigénito Hijo de Dios. Su tendencia nos indispone para la comunión con Dios, y nos incapacita para los santos ejercicios.
No tratemos de paliar el pecado, Satanás ha ejercitado toda su malicia contra nuestro Señor, pero no pudo prevalecer porque en Él no había nada que secundara o asistiera sus esfuerzos. De manera que si no nos rendimos voluntariamente a su influencia, tampoco puede vencernos a nosotros.
No juguemos con la tentación, mantengámonos a distancia de los lugares, los libros y las compañías que engendran el pecado. Velemos y oremos para que no entremos en tentación. No abandonemos a nuestro Salvador ni por un momento; nadie sino El Señor Jesús puede vencer al pecado y la muerte.
La tentación proviene de los deseos o inclinaciones del corazón. Mateo 15:19 dice: Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
Si no se les hace frente y se les suprime por medio del Espíritu Santo, la concupiscencia; es decir, los malos deseos conducen al pecado, y después a la muerte espiritual (V.15). Amén.
Leamos Ezequiel 11: 19-20, amén. Meditemos en lo escrito para que podamos vencer con Cristo, y en comunión con Su Palabra.
Tu amado hermano Marco Marin Parra. Te recuerdo que puedes escribirme para poder ayudarte con tus peticiones delante de la presencia de Dios y de antemanos te doy las gracias y bendiciones, amén.
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