Lectura bíblica:
1 Corintios 9:16-17 RV60
16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y !!ay de mí si no anunciare el evangelio!
17 Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada.
Uno de los más grandes defectos de los seres humanos, es la inconsecuencia. Por ejemplo: Un joven dice que ama a su prometida, pero dentro de poco demuestra con sus hechos que no es así. La inconsecuencia es otra palabra más suave para designar hipocresía o mentira.
¿Los cristianos somos hipócritas?, ¿queremos serlo?, ¡de ningún modo!
Es seguro que si Jesús nos preguntara hoy como a Pedro: ¿Me amas?, le diríamos de corazón: Sí Señor, tú sabes que te amo. Sin embargo, hay en nuestra vida mucha inconsecuencia consciente o inconsciente.
Hay matrimonios que no se aman, lo parece en muchos aspectos; y otros que se aman y parece como si no. ¿Somos nosotros consecuentes con nuestra fe?, ¿procedemos de acuerdo con lo que profesamos?, ¿qué creemos, pues?
Creemos que todos los hombres somos pecadores, y que Cristo murió para que los que le acepten y entren en una relación con Él, nazcan de nuevo por el Espíritu Santo y sean salvos por la eternidad.
Que los perdidos lo son por su falta de fe, de amor y de gratitud a Dios, por ello serán condenados, y separados de Su Creador. Dios nos ha encargado ser embajadores Suyos al mundo perdido (2 Corintios 5:20).
Que si somos fieles a este deber, Dios nos premiará con creces en la eternidad. El Señor Jesús se compadece por aquellos pecadores por los cuales murió, pero siguiendo sus propios principios no puede salvar a nadie sin el proceso de la fe que engrendra el nuevo nacimiento, el amor y la gratitud permanente ahora, y por los siglos.
Jesús vio una multitud cansada, hambrienta y necesitada de comida. Pero necesitó los cinco panes y los dos peces del jovencito, y a los discípulos para que repartieran aquel sobrenatural alimento. El mundo nos llama; parece que no, dada la actitud de la mayoría de los hombres, pero no es la multitud lo que vale o importa, sino el estado de los pecadores.
Un ciego no puede ser guía de otro ciego, a menos que haya recobrado la vista. Así es en el orden espiritual. Nuestro propio corazón nos impulsa, cuando nuestra conciencia está afinada, a la altura espiritual debida. El cristiano fervoroso tiene deseo de salvar a otros.
Todos aquellos que creemos, seamos consecuentes con nuestra fe para que El Señor pueda ver y premiar la sinceridad de aquellos que profesamos, y a veces, cantamos en la Iglesia con todo entusiasmo. Pero cantar no es suficiente, sino vivir y trabajar para El Señor, aprovechando todas las oportunidades. Amén.
Tomemos está exhortación y meditemos en ella. Tu amado hermano Marco Marin Parra.
Te pido que me ayudes a orar por Angélica, que fue operada de su cabeza y no quedo bien cree en Dios como muchos; pero apelemos a la misericordia del Señor para que pueda recibir a Cristo como su dueño y Señor de su vida, amén.
Bendiciones.
Suecia, Lysekil.
1 Corintios 9:16-17 RV60
16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y !!ay de mí si no anunciare el evangelio!
17 Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada.
Uno de los más grandes defectos de los seres humanos, es la inconsecuencia. Por ejemplo: Un joven dice que ama a su prometida, pero dentro de poco demuestra con sus hechos que no es así. La inconsecuencia es otra palabra más suave para designar hipocresía o mentira.
¿Los cristianos somos hipócritas?, ¿queremos serlo?, ¡de ningún modo!
Es seguro que si Jesús nos preguntara hoy como a Pedro: ¿Me amas?, le diríamos de corazón: Sí Señor, tú sabes que te amo. Sin embargo, hay en nuestra vida mucha inconsecuencia consciente o inconsciente.
Hay matrimonios que no se aman, lo parece en muchos aspectos; y otros que se aman y parece como si no. ¿Somos nosotros consecuentes con nuestra fe?, ¿procedemos de acuerdo con lo que profesamos?, ¿qué creemos, pues?
Creemos que todos los hombres somos pecadores, y que Cristo murió para que los que le acepten y entren en una relación con Él, nazcan de nuevo por el Espíritu Santo y sean salvos por la eternidad.
Que los perdidos lo son por su falta de fe, de amor y de gratitud a Dios, por ello serán condenados, y separados de Su Creador. Dios nos ha encargado ser embajadores Suyos al mundo perdido (2 Corintios 5:20).
Que si somos fieles a este deber, Dios nos premiará con creces en la eternidad. El Señor Jesús se compadece por aquellos pecadores por los cuales murió, pero siguiendo sus propios principios no puede salvar a nadie sin el proceso de la fe que engrendra el nuevo nacimiento, el amor y la gratitud permanente ahora, y por los siglos.
Jesús vio una multitud cansada, hambrienta y necesitada de comida. Pero necesitó los cinco panes y los dos peces del jovencito, y a los discípulos para que repartieran aquel sobrenatural alimento. El mundo nos llama; parece que no, dada la actitud de la mayoría de los hombres, pero no es la multitud lo que vale o importa, sino el estado de los pecadores.
Un ciego no puede ser guía de otro ciego, a menos que haya recobrado la vista. Así es en el orden espiritual. Nuestro propio corazón nos impulsa, cuando nuestra conciencia está afinada, a la altura espiritual debida. El cristiano fervoroso tiene deseo de salvar a otros.
Todos aquellos que creemos, seamos consecuentes con nuestra fe para que El Señor pueda ver y premiar la sinceridad de aquellos que profesamos, y a veces, cantamos en la Iglesia con todo entusiasmo. Pero cantar no es suficiente, sino vivir y trabajar para El Señor, aprovechando todas las oportunidades. Amén.
Tomemos está exhortación y meditemos en ella. Tu amado hermano Marco Marin Parra.
Te pido que me ayudes a orar por Angélica, que fue operada de su cabeza y no quedo bien cree en Dios como muchos; pero apelemos a la misericordia del Señor para que pueda recibir a Cristo como su dueño y Señor de su vida, amén.
Bendiciones.
Suecia, Lysekil.
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