CÓMO DERROTAR EL PECADO.

Por Guillermo A. Morataya.
Lectura bíblica: Génesis 39:7-12.

7 Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo.
8 Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene.
9 No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?
10 Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella,
11 aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí.
12 Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.

Reflexión: Solo si reconocemos nuestra naturaleza y actuamos sabiamente derrotaremos el pecado.

Una de las formas más efectivas para derrotar a un enemigo es la de estudiarlo; y de esa manera conocer sus fortalezas y sus debilidades, así determinar las tácticas a seguir conseguir la victoria. Esto es así en una guerra, en un encuentro entre dos equipos, en una batalla entre dos deportistas marciales; pero es también así en nuestra lucha contra el pecado.

1. Reconociendo nuestra naturaleza.

Una verdad que no debemos olvidar es que somos seres humanos, por lo tanto no somos inmunes al pecado. Satanás y el mundo se alían con nuestros deseos pecaminosos y se valen del pecado para robarnos nuestra comunión con el Señor.

Es importante saber, que el canal que estos usan para que el pecado llegue a nosotros son nuestros sentidos. Es a través de nuestros ojos, oídos, tacto que el pecado seduce nuestro ser para hacernos caer.

El pasaje bajo estudio nos habla del éxito obtenido por José sobre el adulterio al que fue expuesto, pero ¿cuándo fué que José derrotó el pecado de adulterio?, lo empezó a derrotar desde el momento que no permitió que las proposiciones de la mujer de Potifar le sedujeran. Si bien el oía pero no escuchaba a esta mujer.

El pecado después de conquistar nuestros sentidos, el segundo fuerte a conquistar es el corazón, y si logra apoderarse de nuestro corazón, difícilmente no consumaremos el hecho.

Cuando la mujer de Potifar quiso forzar a José, este se resistió y huyó, pues el pecado no había conquistado su corazón, si su corazón hubiese estado ya seducido, José hubiese cedido fácilmente al adulterio.

2- Manteniendo el pecado a distancia.

Sería una tontería de parte de un estratega militar, enviar su tropa de infantería a enfrentar a un enemigo el cual su fortaleza es la infantería; más bien, lo que hace es tenerlo a distancia para debilitarlo atacándolo con su artillería y con su aviación; y cuando éste está gastado, entonces sí envía su fuerza de infantería con la seguridad que el someter al enemigo será fácil, pues ya está gastado.

Nosotros debemos atacar el pecado cuando éste trata de entrar a nuestro corazón, ¡que no se acerque!; pero ¿cómo mantener el pecado a distancia? Cuando la situación lo permita: alejándonos de la fuente de tentación; pero cuando no fuere posible debemos orar, meditar en La Palabra y llenar nuestro corazón de pensamientos que se vuelvan fortalezas que impidan al pecado llegar a nuestro corazón.

Pensemos en José, ¿cuáles fueron los pensamientos que se convirtieron en fortalezas de manera que no consumó el pecado?; él lo expresa así: No puedo traicionar a aquel que me ha dado tanta confianza, no puedo ofender a Dios (v8-9).

Piensa, tú tienes razones para no pecar; eres un hijo de Dios, vales la sangre de Cristo, el pecado te dañará a tí, dañará a los que te rodean, te apartará del propósito de Dios para tu vida.

Debes llenar tu mente de La Palabra, ora, apártate de la fuente de tentación y serás victorioso.

Pero si empiezas a albergar en tu corazón un lugar para esa situación, lo más seguro es que terminarás cediendo, y sufriendo todo el daño que el pecado acarrea consigo.

Conclusión:

Si estás atado a una situación de pecado, La Palabra de Dios nos dice: “Abogado tenemos para con El Padre, a Jesucristo el Justo”, acércate a él con sinceridad y confíale tus faltas, Él te perdona, pues Él te ha amado desde siempre y ha provisto a través de su sacrificio perdón para tu vida.

Si aun no tienes a Cristo, es necesario que le invites a tu corazón, pues sin Él estás desarmado ante el pecado, no podrás ser victorioso, pues apartado de Él nada podemos hacer.

Dios te bendiga.
Guillermo A. Morataya.
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