EL PERDÓN.

Poderosa medicina para el corazón herido, y fuente de vida y salud para el alma y el espíritu.

Seguramente en nuestra vida hemos sido testigos de grandes servidores de Dios, tales como evangelistas, predicadores de gran renombre, pastores de zona, pastores de iglesias filiales, ayudas de pastor, diáconos, diaconisas, líderes de grupos celulares, supervisores, etc; algunos de los cuales marcaron nuestra vida con sus enseñanzas de La Palabra de Dios. Sin embargo, con el pasar de los años, también hemos sido testigos que muchos de ellos ya no los encontramos en la iglesia donde eran miembros o lideraban. La pregunta: ¿qué paso?, ¿dónde están?

Si somos cuidadosos, notaremos que en la mayoría de los casos o volvieron a una vida de pecado, o se retiraron a otra congregación, o se retiraron para iniciar su propia denominación liderada por ellos mismos.

Suele suceder que no siempre el ambiente entre hermanos en las iglesias es como parece, o al menos como debería: de amor, de tolerancia, cordialidad, de respeto, de sinceridad, de humildad, etc; sino por el contrario, uno de celos y envidias entre pastores o servidores, por privilegios, por tratos especiales del pastor hacia otro hermano, por sentirse ignorado, etc.

Grandes servidores de Dios que en otro tiempo lo dieron todo, un día fueron víctimas de una de las armas más poderosas y mortales de Satanás: el resentimiento; el cual muchas veces originado de una herida que algún hermano o hermana les causó por algo que dijeron, un desprecio, por decir una verdad, etc, al no ser tratado a tiempo les hizo perder la paz, el gozo, el entusiasmo, convirtiéndose en una raíz de amargura que afectó su comunión con Dios, y en consecuencia, con los demás hermanos de la iglesia.

Hay heridas que sangran hasta matar. Existen heridas físicas que podemos encontrar tratamiento inmediato en algún medicamento casero o acudiendo al médico; pero ¿qué decir cuando las heridas son en el alma, cuando lo que está dañado es nuestra auto-estima, nuestro ego, nuestro interior? Sin duda es ahí donde más duele y más daño nos hacen si no tratamos ese problema a tiempo.

¿Qué hacer en este caso?

Acudir a la fuente de sanidad: El perdón.

Nuestro Señor Jesucristo pasó por todo esto, dejándonos el mejor ejemplo de cómo se deben tratar estos asuntos; y lo hizo cuando oró por sus asesinos, estando aún con vida en la cruz con aquellas palabras inmortalizadas en Lucas 23:34 "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".

Amado hermano(a), ¿Alguna vez ha sido herido(a) en su auto-estima?, ¿hay alguien en su congregación con quien evita relacionarse porque le desagrada?, ¿Qué tan grave es su herida que no puede perdonar a su hermano(a)?.

Permítame recordarle lo siguiente:

"Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él." 1 Juan 3:15

"Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego." Mateo 5:22


Perdonar es un mandamiento del Señor: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros." Juan 13:34

No debemos esperar a que nos vengan a pedir perdón, debemos perdonar pidiendo al Padre igual que El Señor lo hizo desde la cruz. Debemos orar para que Dios perdone y bendiga a esas personas que nos han hecho y desean mal. Sólo así podremos experimentar el perdón de Dios en nuestro corazón y paz en nuestra alma; sólo entonces podremos ser sanados, y seguramente muchas de las enfermedades físicas también desaparecerán.

Ya se ha comprobado clínicamente la estrecha relación que existe entre la amargura, el odio y el resentimiento, con muchas enfermedades físicas del corazón, azúcar en la sangre, estrés, presión alta, etc.

Sólo entonces encontraremos la paz que por años no hemos encontrado por más que oramos o vamos a la iglesia aunque seamos servidores. Sólo entonces podremos decir como dice en el libro de Los Salmos:

"En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado." Salmo 4:8

El Señor Jesús dijo: "Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas." Marcos 11:26

Los celos amargos ("Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;" Santiago 3:14), la envidia, el rencor, la soberbia entre otros, son las causas más poderosas que mueven a los miembros y líderes de las congregaciones a la división denominacional, inclusive los divorcios. El señor lo dijo de esta manera: "Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres;" Mateo 19:8

Muchas de las denominaciones cristianas que hoy conocemos, están lideradas por hombres que un día se retiraron de su congregación por alguna de las causas expuestas anteriormente; y salieron cargando todo el peso de no perdonar al que les hizo daño; y aunque pasen los años, no ven crecimiento, porque en lo más íntimo de su ser dejaron "aparentemente" en el olvido aquel dolor por algún resentimiento con alguien, y no han perdonado en su corazón.

¿Se considera usted mayor que Jesucristo?, Él perdonó, ¿por qué entonces usted y yo no decidimos hacerlo? Después de todo, los más beneficiados somos nosotros mismos.

Recuerde esto: Dios dijo que debemos obedecer sus mandamientos, no sentimientos...

Decidamos amar, hacerlo es cuestión de decisión. Usted y yo podemos hacerlo; recuerde que fuimos diseñados con la chispa divina; en eso nos diferenciamos de los animales.

Tómese un momento, respire profundo, medite, perdone, sonría... Dios le ama, Cristo murió por usted; pero no sólo murió por usted, también murió por mí, y por aquel a quien usted no quiere perdonar.

Recomendamos hacer la siguiente oración: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Amado hermano, Jesús le ama y ya le ha perdonado, perdone a su enemigo y recuerde: El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios; y para nacer de nuevo, primero hay que morir.

Con cariño,
Stanley Gómez,

http://edificandote.blogspot.com
www.grupoedificate.com

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Tema relacionado: El perdón, regalo de Dios.

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