Hijo de Hombre

Por Marco Marin Parra.
Basado en Ezequiel 2:1-10.

Eze 2:1-10 RV60:
1 Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo.

2 Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba.

3 Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día.

4 Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor.

5 Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.

6 Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde.

7 Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.

8 Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy.

9 Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro.

10 Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes.
Dios le llama "hijo de hombre", expresión que se repite 93 veces en este libro para recordarle a Ezequiel que, en contraste con Dios Majestuoso, él era meramente un hombre mortal.

El llamamiento de Ezequiel al ministerio profético.

Se le ordena que se ponga en pie para recibir su comisión (V. 1-2). Mediante un mandato divino: "Hijo de hombre, ponte sobre tus pies...", su postración en tierra era una postura de mayor reverencia, pero su presencia de pie era postura de mayor preparación.

Mediante un poder divino que acompañaba al mandato, Dios le hizo estar de pie; pero como no tenía fuerzas propias para mantenerse en pie, ni el ánimo necesario para soportar la visión, entró el Espíritu en él y le asentó sobre sus pies, y le dio así, la vitalidad que necesitaba para ello (37:10).

"Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo." Ezequiel 37.10

El mismo espíritu que le asentó sobre sus pies, le alertó para escuchar al que le hablaba, que se estaba dirigiendo hacia mí, con lo que confortaba la idea de relación íntima.

Ezequiel es enviado con un mensaje para los hijos de Israel (V. 3): "Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel". Estaban ahora en cautiverio por no haber prestado atención a los mensajeros de Dios; pero... aún allí, les envía Dios este profeta entre ellos.

La rebeldía del pueblo al que es enviado este embajador.

Son llamados hijos de Israel; retienen el nombre de sus piadosos antepasados, pero... se han degenerado, se han convertido en "goím", en gentiles rebeldes; pues "goím" es el vocablo que se usa para designar a naciones y personas que no pertenecen al pueblo de Dios; a Israel según la carne. Por largo tiempo habían sido una generación rebelde (V. 3), "que se rebelaron contra Mí; ellos y sus padres han pecado contra Mí hasta este mismo día".

El que le habla a Ezequiel desde encima del firmamento (1:25 ), describe a la presente generación de judíos como (V. 4) 'hijos que tienen la cara dura como el pedernal' (no se avergüenzan ni temen) y el corazón empedernido (sin contricción, no se arrepienten).

Pero rebeldes como son, Dios les envía este profeta (V. 4).

«Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor». Todo lo que les diga ha de ser
dicho en nombre de Dios, como emanado de los labios de Dios y garantizado por la autoridad de Jehová. Los escritos de los profetas son Palabra de Dios, y como Palabra de Dios han de ser tenidos.

Cuando al corazón del hombre se le hace arder bajo La Palabra de Dios, y a su voluntad se le hace doblegarse a ella, entonces conocen y llevan en sí mismo el testimonio de que no es palabras, sino de Dios. Si se hacen el sordo a dicha Palabra, se les hará saber que Aquel a quien han menospreciado, era realmente un profeta; si no se dan cuenta mediante los reproches de su propia conciencia, lo sabrán mediante los justos juicios de Dios sobre ellos por haberle rechazado.

Después de recibir su comisión, el profeta recibe su encargo.

Se le ordena aquí, que sea valiente (V. 6): "Y tú, hijo de hombre, no les temas ni tengas miedo de sus palabras". Ellos son "zarzas, espinos y escorpiones"; es decir, "desafiantes, despectivos y contradictores" de todo el que les salga al paso.

Los impíos son como zarzas y espinos, que impiden la labranza de Dios (1 Corintios 3:9). Son también escorpiones malignos y venosos. La picadura de un escorpión es mil veces más dañina que el arañazo de una zarza. Ezequiel había tenido una visión en la que había estado con ángeles, pero cuando baja del monte, se halla morando con escorpiones que se le van a enfrentar ferozmente.

Que sea fiel (V. 7), fiel al que le envía.

«Les hablarás mis Palabras». Fiel a las almas de aquellos a quienes es enviado; es cierto que son muy rebeldes, pero... "Les hablarás mis Palabras", escuchen o dejen de escuchar; ya sea que les agrade o no La Palabra de Dios.

Que sea cumplidor de las instrucciones que se daban en el rollo que estaba extendido delante de él (V. 10).

El rollo estaba escrito por delante y por detrás, es decir, por dentro y por fuera (Ap 5:1). Un lado contenía los pecados de ellos; en el otro, los juicios de Dios que venían sobre ellos por esos pecados. Triste misión la suya; la materia contenida en el libro era "lamentaciones, endechas y ayes".

¿Qué podía haber más lamentable, más de endechar y más lastimero que ver a un pueblo santo y dichoso, hundido en tal pecado y miseria? Del cargo expreso que se le da al profeta, tanto en la recepción del mensaje como en su comunicación al pueblo, ha de atender con toda diligencia a lo que se le dice (V. 8): "hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde...".

Si los ministros de Dios hacen la vista gorda al pecado, y son indulgentes con los pecadores por miedo a desagradarles, se hacen con esto partícipes de sus culpas, rebeldes como los rebeldes.

Pero, Ezequiel no ha de limitarse a oír, sino que, ha de asimilar bien el mensaje como veremos en el capítulo siguiente. Amén.

Gracias bendito Dios por Tu Palabra que hoy escribo para no callar, y seguir entregando. Lo que Tú me das por gracia, yo lo entrego con el amor de Cristo, El Único Salvador. Amén.

Tu amado hermano Marco Marin Parra,
Bendiciones.
Suecia - Lysekil.

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