La Mano de Jehová.

Por Marco Marin Parra.
Basado en Ezequiel 37:1-10.

Ezequiel 37:1-10:

1 La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos.

2 Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera.

3 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes.

4 Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová.

5 Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.

6 Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.

7 Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso.

8 Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu.

9 Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.

10 Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo.

El profeta Ezequiel en este capítulo predice el reavivamiento político y espiritual de su nación (v. 1-14).

En su sentido literal, el presente capítulo solamente se refiere a la resurrección política y espiritual de Israel; en su sentido acomodático, puede aplicarse a la resurrección espiritual del pecador, de la muerte del pecado a la vida; de la justicia, a una vida Santa, espiritual, celestial y divina mediante el poder del Espíritu Santo, que con Su Gracia y la eficacia de La Palabra de Dios, nos hace nacer de nuevo.

Juan 3:5 dice: "Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios."

En cuanto los detalles particulares de esta visión, tenemos: La deplorable condición de estos huesos (como otras veces por ejemplo en Ezequiel 3:12; 8:3; 11:24), Ezequiel fue transportado en espíritu, esto es, en trance profético, y puesto en medio de un valle (V. 1), al vecino y ya conocido valle de "Tel Abib" que esta vez se le presenta lleno de huesos.

Escuche el mensaje aquí.
Por lo que vemos en el verso 2, estos huesos estaban, por supuesto, muertos, secos, separados y esparcidos por todo el campo. Es como si una gran batalla hubiese tenido lugar allí, y los soldados hubiesen muerto en lucha feroz cuerpo a cuerpo; y después, los cadáveres que yacían en tierra hubiesen quedado insepultos y a merced de buitres y fieras del campo que, al cebarse en ellos, hubiesen dejado todos los huesos descoyuntados y dispersos.

Después de hacer notar que eran muchísimos, el texto sagrado dice enfáticamente (V. 2 al final) "Secos en gran manera", como si hubiesen estado expuestos por largo tiempo al sol y al aire. Así estaban los Judíos en Babilonia y en otros países, como muertos y secos, sin formar pueblo; esclavos de sus opresores y separados unos de otros. Sin esperanza humana de que volviesen jamás a unirse, y menos a formar un solo cuerpo, y lo menos probable aún, a formar un cuerpo político y espiritualmente vivo.

Dios le da a entender claramente a Ezequiel lo deplorable del caso, para que se percate de que no había otro poder en el universo fuera del poder de Dios, capaz de hacer algo que remediase en el menor grado la situación.

Verso 3: "Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos?". La respuesta de Ezequiel es notable: "Señor Jehová, tú lo sabes". La respuesta de Ezequiel revelaba que se requería un poder sobre-humano para realizar aquello. Fue una respuesta de reverencia, sin contestar positiva ni negativamente.

Detrás de esta reticencia puede leerse lo que Ezequiel pensaba: "Señor, tú sabes si pueden revivir y si de hecho revivirán, si tu no pones vidas en ellos, es cosa cierta que no pueden revivir; los medios usados para reunir todos estos huesos muertos, secos, separados y dispersos, y después de unidos, hacerles volver a la vida."

Dios ordena a Ezequiel profetizar sobre los huesos (V. 4); esto es, proclama sobre ellos la Palabra del Señor, y después le ordena (V. 9) profetizar al espíritu; esto es, apelar al aliento vital que hace que una persona sea un ser viviente (Gn. 2:7). Así lo hizo Ezequiel (V. 7 y 10): "Profeticé como me fue mandado..." como si hubiese predicado a los huesos y, después, asimismo mientras se dirigía al espíritu de vida.

Así es como por La Palabra de Dios, aquel gran milagro tuvo efecto; y aquellos muertos volvieron a la vida. La profecía al espíritu fue como una oración, de forma que la vida real, espiritual de aquellos muertos fue resultado conjuntamente, de la predicación y de la oración del profeta.

Podemos notar que, solamente cuando entró en ellos el espíritu de vida se pusieron de pie (V.10). La palabra del profeta les ha dado esqueleto, tendones, carne y piel; pero solo la oración del profeta tuvo como respuesta que los muertos tuviesen vida: "Espíritu, ven..." y entró el espíritu en ellos, y vivieron. La gracia de Dios puede salvar almas sin nuestra predicación, pero nuestra predicación no puede hacerlo sin la gracia de Dios. Y esa gracia hay que buscarla en oración.

Quienes obran como les es mandado, aun frente a situaciones que parecen desesperadas, no tienen por qué dudar del éxito. Ezequiel miró por encima de aquella gran multitud de huesos secos y dispersos, profetizó sobre ellos y vinieron a ser cuerpos humanos.

Primero, lo que tuvo que hacerles saber es que Dios quería decididamente devolverles la vida (V. 5-6), enfáticamente se repite ese "Y viviréis"; lo que de inmediato se consiguió con ellos, es que pusiesen en movimientos (V. 7).

Tal cantidad de huesos secos había de producir por fuerza gran ruido, y el ruido llegó a ser conmoción cuando los huesos se juntaron para formar esqueletos humanos. Incluso los muertos y secos como estos huesos, comienzan a moverse cuando son llamados a oír La Palabra del Señor.

Iglesia de Dios, Pueblo Santo adquirido por la sangre preciosa de Cristo, escucha lo que Dios nos revela espiritualmente en este tiempo, para unir primero al Cuerpo de Cristo, y después llegar al mundo entero. La oración es la llave para la revelación espiritual, unirnos en nuestro lugar; en cada pueblo, cada iglesia en su sector, para estar unidos por Su Santo Espíritu.

Que se escuche el ruido, que se sienta el soplo sobre Su Iglesia, que nos levantemos con el poder de Dios y llenos de su Santo Espíritu. Sopla sobre Tus Hijos Dios todopoderoso y Soberano.

Juan 4:20-24 dice: (a la mujer samaritana) "Mas la hora viene". A pesar de haber una multitud de huesos tan separados y dispersos, a la voz de Dios todos ellos se movieron y, sin errar uno solo, cada uno se unió a su compañero en el lugar que le correspondía, y en el esqueleto respectivo (V. 7). Al final: ”y los huesos se juntaron cada uno en su sitio" (Lit. Huesos a huesos).

Un paso más, y sobre los esqueletos respectivos ya formados (v. 8) aparecen tendones, "sube", es decir, crece la carne y los cubre la piel por encima. Pero (este es un grandísimo "pero") no había nada de espíritu en ellos. ¿De qué sirven un gran ejército de soldados, fuertes y robustos de cuerpo, si les falta el aliento de vida?

Una vez que el aliento de vida entró en ellos (V. 10), vivieron y se pusieron en pie; un ejército grande en extremo. El espíritu de vida hizo de ellos, no sólo hombres vivos, sino también, hombres activos, prestos para el servicio y el ejército.

Ezequiel no hablaba de una resurrección física de los muertos, sino del reavivamiento y restauración a la vida espiritual, pero una fe activa en el poder. La promesa y la providencia de Dios, pueden reanimar la esperanza que hoy late en aquellos que buscamos las cosas espirituales. Y en estos tiempos de turbulencia, es triste que la iglesia de los últimos tiempos, la cual Dios espera que esté llena de vida y vigor, llena de amor y deseo de servicio, esté hoy igual que estos huesos: secos y muertos.

Un templo puede estar lleno de personas, pero de gente sin vida, sin espíritu dentro de ella; gentes con vidas secas y vacías, sin motivo por el cual congregarse. El valle representaba a Israel, y hoy deseamos hacer un paralelismo con La Iglesia de los últimos tiempos. Al término de un año y comienzo de otro, vuelvo a expresar lo que Dios ha puesto en mi corazón para Su Pueblo, para Sus Hijos.

Que Dios nos ayude con la guía de Su Santo Espíritu, y Su Hijo nuestro Señor Jesucristo, amén.

Bendiciones.

Tu amado hermano ,
Marco Marin Parra.
Suecia – Lysekil.

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