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Basado en Filipenses 1:12-20.
El Apóstol Pablo estaba preso en Roma cuando escribió esta epístola. Esto podía ser un tropiezo para quienes habían recibido el Evangelio por ministerio de Él, ya que sentirían la tentación de avergonzarse por compartir sus ideas religiosas, no fuera que también ellos se viesen implicados en la misma aflicción que él padecía.
Para que nadie se eche atrás ante "el escándalo de la Cruz", Pablo va a declarar las maravillas de la química divina al extraer de un mal, como era su propio confinamiento, un bien tan grande como la extensión del Evangelio.
Es cierto que padecía a manos de los enemigos jurados del Evangelio, pero esto no debía servir de ningún tropiezo a los creyentes.
"Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido (literal las cosas concernientes a mí) han redundado mas bien, para el progreso del Evangelio" (eso quiero que sepáis).
Se nota el interés del Apóstol por quitar a sus lectores, toda preocupación por la situación en que él se hallaba; como diciéndoles: "Mirad, lo que me ha ocurrido, lejos de impedir el progreso del Evangelio, lo ha promovido y acelerado".
De dos maneras había obtenido su encarcelamiento este resultado favorable:
Primero, hacia los de afuera (V. 13): "hasta el punto de que mis cadenas se han hecho manifiestas en Cristo en todo el pretorio y a todos los demás".
No cabe duda de que habría en Roma otros prisioneros que habrían apelado al César, pero el caso del Apóstol Pablo era único; él no se hallaba allí por ningún motivo político, ni por ningún crimen, ni por alterar la paz del imperio; era manifiesto y evidente a todos que sus cadenas se debían a su condición de fiel seguidor de Cristo, y de su valentía como proclamador del misterio.
Esto se sabía no solo en todo el pretorio; es decir, entre los oficiales del cuartel general de la guardia pretoriana y del ejército (no del palacio del César), sino también, entre todos los demás que en la capital del imperio se enteraban del caso del Apóstol. Sus mismas cadenas eran el mensaje elocuente.
Después, hacia los de dentro (V.14): "y la mayoría de los hermanos cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones". Se atreven más abundantemente a hablar sin miedo La Palabra.
La mayoría de los creyentes que se hallaban en Roma; al ver la forma en que Pablo llevaba aquellas cadenas por amor a Cristo y por la causa del Evangelio, en lugar de avergonzarse, de cesar en la proclamación del Evangelio, y en las alabanzas al Señor, se mostraban mucho más valientes y atrevidos para dar a conocer constantemente el mensaje cristiano.
El gozo de Pablo en circunstancias extremas, tan poco propicias para la alegría, les alentaba a ellos a sufrir por el mismo Maestro que tales consuelos otorga a los que padecen por Él. Si llegaba a ocurrir que les llevaban del púlpito a la cárcel, de buena gana irían, pues allí habrían de hallarse en tan buena compañía.
También padecía por parte de falsos amigos, lo cual era más triste, pero tampoco esto le detenía (V. 15-18). Estos versículos son prueba evidente de la extraordinaria magnanimidad y pureza de intención del Apóstol. Entre los que, durante el encarcelamiento de Pablo se dedicaban a la predicación del Evangelio, no todos obraban con la misma pureza de intención que el Apóstol; todo ese oro que suponía el hablar intrépidamente de la Palabra en Roma, no estaba libre de escoria.
Ahora debemos recordar el V. 10, la oración de Pablo para que los Filipenses pudieran ser "puros y sin ofensa"; como quiera que Pablo no podía extender mucho el ámbito de su predicación, al estar encarcelado, otros "hermanos" suplían, de algún modo, la ausencia del Apóstol; incluso en Roma al proclamar también el Evangelio.
Pero no todos predicaban con la misma pureza de intención: "cierto que algunos predicaban a (contienda) Cristo por envidia".
Los primeros predican a Cristo por ambición egoísta, no sinceramente, pensando que aumentan mis dificultades mientras estoy encarcelado.
Este es un fenómeno que se ha dado en todas las épocas de La Iglesia. Estos predicadores, se aprovechaban de la situación de Pablo, para tratar de brillar ellos mismos, con el intento de mostrar, que Pablo no era el único predicador dotado de las mejores cualidades para ese ministerio.
Muchos individuos de este tipo han aparecido en La Iglesia, llenos de envidia porque Dios ha dado a otros mayores dones. Sienten como una estocada en su interior, al ver reducirse su autoridad y el número de sus seguidores; y por tanto, critican, encuentran fallas y levantan polémica.
No es maravilla que hubiera algunos de esos en Roma, pero... otros de buena voluntad. Estos últimos lo hacen en amor, sabiendo que estoy puesto aquí para defensa del Evangelio.
No todos predicaban llevados de la ambición personal y de la envidia; había también quienes predicaban el Evangelio de buena voluntad, con rectitud de intención y de buen grado, por amor a Cristo y por amor también al Apóstol, sintiéndose sanamente orgullosos de ser sus colaboradores en la misma viña del Señor (1 Co 3:5-9).
Estos se percataban de que Pablo estaba puesto por Dios para defensa del Evangelio. Hay quienes opinan que "puesto" indica "puesto en cadena".
La reacción de Pablo es digna del gran Apóstol (V. 18-20).
Los que predicaban a Cristo por envidia se equivocaban de puerta, como solemos decir "comprendían al hombre mal" que intentaban afligir. Pero... ¡qué importa! Lo importante es que en cualquier caso, ya sea por motivos falsos o verdaderos, Cristo es predicado, y yo me regocijo a causa de esto.
Sí, seguiré regocijándome, porque sé que por nuestras oraciones y la ayuda del Espíritu de Jesucristo, lo que me ha ocurrido desembocará en mi libertad. Anhelantemente es, pero que en ninguna manera seré avergonzado, sino que tendré el valor suficiente para que, ahora como siempre, Cristo sea exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte.
La reacción de Pablo muestra la grandeza de su alma.
A Pablo le interesa únicamente que Cristo sea predicado, y por lo que él insinúa, se ve que los que predicaban por envidia, predicaban, no obstante, de forma correcta el Evangelio.
Al Apóstol le tienen sin cuidado las intenciones en comparación con el resultado, no en sí mismas (no lo entendamos mal) "Y yo me regocijo a causa de esto. Sí, seguiré regocijándome".
Los que predicaban el Evangelio por envidia y ambición, pensaban aumentar la aflicción de Pablo. Y lo que estaban aumentando era su regocijo, de donde el áspid saca veneno, la abeja saca miel.
El Apóstol abriga la esperanza de que "esto", la prisión que está sufriendo, no la predicación de sus émulos, resultará cuando esté ante el tribunal de César, se compruebe su inocencia en su libertad.
Éste es aquí, el significado de soltería. Pablo parece aludir a Job 13:16. Pablo tiene de esto una esperanza segura; pues dice: "porque". Esta seguridad se funda en dos motivos complementarios: Primero, la eficacia de la oración de los buenos hermanos de Filipos (Stg 5:16). Segundo, la suministración del auxilio divino mediante la agencia del Espíritu Santo (Ro 8:26, 27).
En todo caso, el Apóstol se somete a la voluntad de Dios, pues su interés último está cifrado en que Cristo sea glorificado en su cuerpo; ya sea por vida o por muerte, como lo va a explicar a continuación; Cristo será magnificado en Pablo, si Pablo magnifica a Cristo, no sintiéndose avergonzado de sufrir por Él; sino, lleno de santa audacia para confesarle delante de los hombres.
Mediante esta santa osadía, y no mediante cobardes subtergios, espera obtener el resultado que mejor glorifique al Señor.
Si hoy los predicadores actuales, tuviéramos que presentarnos como predicadores delante de la corte suprema de vuestro país, y suponed que esta corte estuviera compuesta enteramente de gente pagana... Sería fácil para nosotros hablar con perfecta libertad, como siempre que lo hacemos de nuestro púlpito con libertad. Amén.
Gracias a Dios por Su Poderosa, Bendita y Eterna Palabra. Dios nos ayude con sencillez y franqueza a llevar Su Mensaje.
Tu amado hermano Marco Marin Parra.
Suecia – Lysekil.
Bendiciones.
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Es cierto que padecía a manos de los enemigos jurados del Evangelio, pero esto no debía servir de ningún tropiezo a los creyentes.
"Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido (literal las cosas concernientes a mí) han redundado mas bien, para el progreso del Evangelio" (eso quiero que sepáis).
Se nota el interés del Apóstol por quitar a sus lectores, toda preocupación por la situación en que él se hallaba; como diciéndoles: "Mirad, lo que me ha ocurrido, lejos de impedir el progreso del Evangelio, lo ha promovido y acelerado".
De dos maneras había obtenido su encarcelamiento este resultado favorable:
Primero, hacia los de afuera (V. 13): "hasta el punto de que mis cadenas se han hecho manifiestas en Cristo en todo el pretorio y a todos los demás".
No cabe duda de que habría en Roma otros prisioneros que habrían apelado al César, pero el caso del Apóstol Pablo era único; él no se hallaba allí por ningún motivo político, ni por ningún crimen, ni por alterar la paz del imperio; era manifiesto y evidente a todos que sus cadenas se debían a su condición de fiel seguidor de Cristo, y de su valentía como proclamador del misterio.
Esto se sabía no solo en todo el pretorio; es decir, entre los oficiales del cuartel general de la guardia pretoriana y del ejército (no del palacio del César), sino también, entre todos los demás que en la capital del imperio se enteraban del caso del Apóstol. Sus mismas cadenas eran el mensaje elocuente.
Después, hacia los de dentro (V.14): "y la mayoría de los hermanos cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones". Se atreven más abundantemente a hablar sin miedo La Palabra.
La mayoría de los creyentes que se hallaban en Roma; al ver la forma en que Pablo llevaba aquellas cadenas por amor a Cristo y por la causa del Evangelio, en lugar de avergonzarse, de cesar en la proclamación del Evangelio, y en las alabanzas al Señor, se mostraban mucho más valientes y atrevidos para dar a conocer constantemente el mensaje cristiano.
El gozo de Pablo en circunstancias extremas, tan poco propicias para la alegría, les alentaba a ellos a sufrir por el mismo Maestro que tales consuelos otorga a los que padecen por Él. Si llegaba a ocurrir que les llevaban del púlpito a la cárcel, de buena gana irían, pues allí habrían de hallarse en tan buena compañía.
También padecía por parte de falsos amigos, lo cual era más triste, pero tampoco esto le detenía (V. 15-18). Estos versículos son prueba evidente de la extraordinaria magnanimidad y pureza de intención del Apóstol. Entre los que, durante el encarcelamiento de Pablo se dedicaban a la predicación del Evangelio, no todos obraban con la misma pureza de intención que el Apóstol; todo ese oro que suponía el hablar intrépidamente de la Palabra en Roma, no estaba libre de escoria.
Ahora debemos recordar el V. 10, la oración de Pablo para que los Filipenses pudieran ser "puros y sin ofensa"; como quiera que Pablo no podía extender mucho el ámbito de su predicación, al estar encarcelado, otros "hermanos" suplían, de algún modo, la ausencia del Apóstol; incluso en Roma al proclamar también el Evangelio.
Pero no todos predicaban con la misma pureza de intención: "cierto que algunos predicaban a (contienda) Cristo por envidia".
Los primeros predican a Cristo por ambición egoísta, no sinceramente, pensando que aumentan mis dificultades mientras estoy encarcelado.
Este es un fenómeno que se ha dado en todas las épocas de La Iglesia. Estos predicadores, se aprovechaban de la situación de Pablo, para tratar de brillar ellos mismos, con el intento de mostrar, que Pablo no era el único predicador dotado de las mejores cualidades para ese ministerio.
Muchos individuos de este tipo han aparecido en La Iglesia, llenos de envidia porque Dios ha dado a otros mayores dones. Sienten como una estocada en su interior, al ver reducirse su autoridad y el número de sus seguidores; y por tanto, critican, encuentran fallas y levantan polémica.
No es maravilla que hubiera algunos de esos en Roma, pero... otros de buena voluntad. Estos últimos lo hacen en amor, sabiendo que estoy puesto aquí para defensa del Evangelio.
No todos predicaban llevados de la ambición personal y de la envidia; había también quienes predicaban el Evangelio de buena voluntad, con rectitud de intención y de buen grado, por amor a Cristo y por amor también al Apóstol, sintiéndose sanamente orgullosos de ser sus colaboradores en la misma viña del Señor (1 Co 3:5-9).
Estos se percataban de que Pablo estaba puesto por Dios para defensa del Evangelio. Hay quienes opinan que "puesto" indica "puesto en cadena".
La reacción de Pablo es digna del gran Apóstol (V. 18-20).
Los que predicaban a Cristo por envidia se equivocaban de puerta, como solemos decir "comprendían al hombre mal" que intentaban afligir. Pero... ¡qué importa! Lo importante es que en cualquier caso, ya sea por motivos falsos o verdaderos, Cristo es predicado, y yo me regocijo a causa de esto.
Sí, seguiré regocijándome, porque sé que por nuestras oraciones y la ayuda del Espíritu de Jesucristo, lo que me ha ocurrido desembocará en mi libertad. Anhelantemente es, pero que en ninguna manera seré avergonzado, sino que tendré el valor suficiente para que, ahora como siempre, Cristo sea exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte.
La reacción de Pablo muestra la grandeza de su alma.
A Pablo le interesa únicamente que Cristo sea predicado, y por lo que él insinúa, se ve que los que predicaban por envidia, predicaban, no obstante, de forma correcta el Evangelio.
Al Apóstol le tienen sin cuidado las intenciones en comparación con el resultado, no en sí mismas (no lo entendamos mal) "Y yo me regocijo a causa de esto. Sí, seguiré regocijándome".
Los que predicaban el Evangelio por envidia y ambición, pensaban aumentar la aflicción de Pablo. Y lo que estaban aumentando era su regocijo, de donde el áspid saca veneno, la abeja saca miel.
El Apóstol abriga la esperanza de que "esto", la prisión que está sufriendo, no la predicación de sus émulos, resultará cuando esté ante el tribunal de César, se compruebe su inocencia en su libertad.
Éste es aquí, el significado de soltería. Pablo parece aludir a Job 13:16. Pablo tiene de esto una esperanza segura; pues dice: "porque". Esta seguridad se funda en dos motivos complementarios: Primero, la eficacia de la oración de los buenos hermanos de Filipos (Stg 5:16). Segundo, la suministración del auxilio divino mediante la agencia del Espíritu Santo (Ro 8:26, 27).
En todo caso, el Apóstol se somete a la voluntad de Dios, pues su interés último está cifrado en que Cristo sea glorificado en su cuerpo; ya sea por vida o por muerte, como lo va a explicar a continuación; Cristo será magnificado en Pablo, si Pablo magnifica a Cristo, no sintiéndose avergonzado de sufrir por Él; sino, lleno de santa audacia para confesarle delante de los hombres.
Mediante esta santa osadía, y no mediante cobardes subtergios, espera obtener el resultado que mejor glorifique al Señor.
Si hoy los predicadores actuales, tuviéramos que presentarnos como predicadores delante de la corte suprema de vuestro país, y suponed que esta corte estuviera compuesta enteramente de gente pagana... Sería fácil para nosotros hablar con perfecta libertad, como siempre que lo hacemos de nuestro púlpito con libertad. Amén.
Gracias a Dios por Su Poderosa, Bendita y Eterna Palabra. Dios nos ayude con sencillez y franqueza a llevar Su Mensaje.
Tu amado hermano Marco Marin Parra.
Suecia – Lysekil.
Bendiciones.
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