¡PARTID EN DOS ESE NIÑO!

Por Guillermo Morataya.


Lectura bíblica:
1 Reyes 3:22-27 RV60
22 Entonces la otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto. Y la otra volvió a decir: No; tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey.
23 El rey entonces dijo: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto; y la otra dice: No, mas el tuyo es el muerto, y mi hijo es el que vive.
24 Y dijo el rey: Traedme una espada. Y trajeron al rey una espada.
25 En seguida el rey dijo: Partid por medio al niño vivo, y dad la mitad a la una, y la otra mitad a la otra.
26 Entonces la mujer de quien era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: !!Ah, señor mío! dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis. Mas la otra dijo: Ni a mí ni a ti; partidlo.
27 Entonces el rey respondió y dijo: Dad a aquélla el hijo vivo, y no lo matéis; ella es su madre.


Pensamiento: El amor, la verdad y la justicia deben prevalecer sobre nuestra propia manera de pensar.


El pasaje nos habla de una de las hazañas del rey Salomón, donde quedó en manifiesto la sabiduría con la cual Dios le había dotado para gobernar a Su pueblo.

El caso es sobre dos mujeres que disputaban la maternidad de un niño, éstas eran prostitutas y compartían la misma casa; ambas dieron a luz un bebé con dos días de diferencia uno del otro. Una de ellas, probablemente ebria se acostó sobre su hijo una noche, y el niño murió; al darse cuenta de esto, fue y cambió el muerto por el de su compañera, la cual dormía.

Ahora ambas se adjudicaban la maternidad del niño vivo, ninguna decía ser madre del niño muerto. Salomón, al ver la vehemencia con la cual ambas mujeres reclamaban para sí al niño vivo, dio una orden inédita: ¡partan en dos ese niño, y denle una mitad a cada una de las mujeres!

Esta orden reveló el corazón de la verdadera madre, y descubrió también el corazón de la impostora.

1. Ceder para bendecir a otros:

La verdadera madre al ver que su hijo sería muerto, se conmovió en su corazón y dispuso sacrificar su tutoría por amor a su hijo; estuvo dispuesta a que su hijo fuera criado por otra a que su hijo muriera; estuvo dispuesta a ceder su derecho por un concepto más alto: El amor a su hijo.

Esto nos habla de un principio: El estar dispuestos a ceder nuestros derechos en beneficio de otros, por amor al Señor y por amor a otros.

Este principio, fue parte del ministerio de nuestro Señor Jesucristo. La Palabra nos dice que Él no tomó en cuenta el ser en forma de Dios como cosa a qué aferrarse; sino que se humilló a si mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil. 2:5-8).

Los discípulos del Señor aprendieron este principio, y dieron todo por amor al Señor; se negaron a sí mismos y tomaron la cruz. Más adelante Pablo aplica este principio a nuestra relación con nuestro prójimo: "Si por comer carne hago caer a mi hermano débil en la fe, no comeré carne jamás". (1 Co 8:13).

Muchas veces, en nuestra relación con nuestro prójimo tomamos una posición radical; a veces legalista, otras liberal. El legalista es incapaz de soportar la imperfección o la inmadurez de otros; juzga y condena apresuradamente haciendo tropezar a su hermano. Queriendo hacer la voluntad Dios, se convierte en tropezadero, haciéndose así cómplice de Satanás al hacer caer al débil en la fe. Cuando mas bien se debe orar y ayudar al hermano que tambalea.

La Palabra de Dios manda que nos soportemos los unos a los otros, y que nos ayudemos a sobrellevar las cargas (1 Co.6:7, Gál.6:2). No que deba ser indiferente al no señalar el error, pues nos convertiríamos en cómplices si no lo hiciéramos; debemos hacerlo en amor y de la manera más apropiada (Ro.13:10, 1 Co.13:1). Pero muchas veces nos convertimos en un dios tirano condenando y desechando, olvidándonos que no hemos sido llamados a esa labor; mas bien, el juicio le pertenece a Aquel que conoce la intimidad del corazón y el pensamiento (Sal 139:2; Mat 13:24-30).

Por otro lado, está la posición liberal que no es menos egoísta que la legalista; pues, el liberal se jacta de sus actitudes y hábitos, que sus acciones no son por malicia, que el problema está en los otros y no en él, y si los demás piensan mal y son movidos al pecado, es problema de ellos.

En ambos casos, tanto en el legalismo como en el liberalismo, se viola el principio del amor al prójimo.

Debemos ver, cómo el Señor fue mas allá; Él rompió con la posición legalista de la religión: Se sentó con los publicanos y los pecadores, Él miraba la oportunidad de llevar su bendición a ellos, y lo logró. Pero también, supo señalar el pecado de éstos como lo hizo con la Samaritana y con muchos otros más.

A Pedro lo envió a pagar el impuesto sobre el templo, para no dar qué hablar a los demás. Cuando entró al templo que la gente había convertido en mercado, expulsó a los cambistas y vendedores.

En ambas posiciones Él buscaba la bendición de los demás, no sólo pretendía mantener una posición egoísta, o para demostrar Su poder o Su sabiduría, siempre lo hizo con el fin de que los demás fueran bendecidos; aún en los momentos cuando Él actuó con más dureza, su propósito era la bendición de otros; como la mujer de nuestra historia sacrificó su posición de madre, su derecho de amamantar y proteger a su hijo por un concepto más alto: El amor.

2.  El egoísmo sacrifica aún la verdad para su propio beneficio.

Al observar la posición de la mujer impostora que dijo: ¡ni a ella, ni a mí, partidlo!, podemos ver ese espíritu de egoísmo, soberbia, y prepotencia que prevalece hasta nuestros días. No importan las consecuencias, ni tampoco quién tiene la razón; lo único que importa, es que nuestra posición sea respetada.

Existen personas dentro de las iglesias, tan soberbias y obstinadas, que no les importa dañar a otros; tampoco les importa dañarse a sí mismas, sino, que su voluntad prevalezca.

Que partan al niño, no importa que muera, lo único que importa es que se respete mi posición de madre (aunque no lo era realmente, y ella lo sabía bien). ¡Qué corazón de mujer tan endurecido y pecaminoso!

Pero ¿cuántas veces se actúa así?, el legalista sostiene su posición (aunque muchas veces está fuera del contexto de La Palabra), mientras el liberal se excusa en aquella famosa frase: "sólo Dios conoce mi corazón", o expresan "es mi vida, y puedo hacer con ella lo que me plazca", olvidándose completamente de su prójimo.

Conclusión:

La obediencia a La Palabra, y el amor a nuestro prójimo, deben ser el principio que nos señale nuestro proceder con nuestros semejantes.

Dios les bendiga.

www.OrientacionesBiblicas.org

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