La Obediencia a Dios.

Por Marco Marin Parra.

«¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?

Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.

Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.

Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.»


Lc 6:46-49
No es suficiente oír las palabras de Jesús, es necesario también ponerla por obra.

La obediencia a Dios se compara con la construcción de una casa de sólida base, que permanece firme en medio de las tormentas y tempestades.

Cuando la vida está en calma, el fundamento no parece importar; pero, cuando las crisis vienen, se prueba nuestro fundamento. Aseguremos de que nuestra vida esté construida sobre la sólida base de conocimiento, y confianza en Jesucristo.

Llamar a Jesús "Señor, Señor" es enfrentarle; si no estamos dispuestos a obedecerle, pues, equivale a decirle en burla: "¡Salve, Rey de los judíos!" (Marcos 15:18), ya que la boca va por una parte, y el corazón va por otra.

También equivale a engañarnos a nosotros mismos, el pensar que por oír las palabras de Cristo vamos a ir al cielo, sin tener que ponerlas por obra.

Esto lo ilustra el Señor mismo en el verso 47-49; que sólo aquellos que vienen a Cristo, como a Señor a quien obedezcan, y no solamente como a Maestro a quien oigan, edifican sólidamente para su alma y para la eternidad; pues son como una casa edificada sobre la roca.

Estos son los que excavan y ahondan, a fin de poner profundamente segura en la roca, que es Cristo. Personas de humildad y profundidad, donde sobre la fe se levantan excelentes materiales.

2 Pedro 1:5 dice: «vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento;».

Estos son sabios y prudentes, pues se conservarán íntegros en tiempos de tentación y persecución; mientras otros caigan a diestra y siniestra, ellos se mantendrán firmes en el Señor.

Filipenses 4:1 dice: «Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados.»

Guardarán la calma, la paz, la esperanza y el gozo en medio de las mayores aflicciones.

Las inundaciones y los torrentes, pueden ser símbolo de las aflicciones que toda vida humana puede experimentar, pero culminan en la hora final cuando al moribundo no le queda ya ningún asidero en las cosas de este mundo.

Es entonces, cuando la buena construcción se pone especialmente a prueba; la eternidad feliz de los tales está asegurada, puesto que son "guardados por el poder de Dios,
mediante la fe, para alcanzar la salvación" (1 Pedro 1:5); "y no perecerán jamás" (Juan 10:28).

En cambio, los que se contentan con un mero oír de las palabras de Cristo y no de vivir según ellas, están abocados a un desengaño fatal e irremediable; pues, son imprudentes y locos, como un hombre "que edificó una casa encima de la tierra, sin cimientos", la cual no pudo resistir el embate del torrente, sino que "al instante se derrumbó, y fue grande la ruina de aquella casa".

Esta casa pudo ser más espaciosa, y hasta más hermosa que la otra; pues el albañil no tuvo que gastar tanto tiempo, ni tanto dinero en excavar y ahondar como lo hizo el primero. Pero al venir la muerte, cuando pasa rápida la hermosura de este mundo, por muy ostentosas que sean las apariencias, la ruina es muy grande.


"Tan sólo un alma perdida es una ruina grande a los ojos de Dios". La fe, y la obediencia, son un mandato para Su pueblo.

Ayúdanos Señor con Tu Palabra, para que la obediencia esté en nosotros. Tu amado hermano en Cristo Marco Marin Parra.

Bendiciones.
Suecia - Lysekil.

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