Por Marco Marin Parra.
Basado en Marcos 4.1-20.
→ La forma en que Cristo enseñaba a la multitud: Les enseñaba muchas cosas en parábolas (V.2).
Ese era el método más apto para que le escucharan; ya que a la gente le gusta que le hablen en su propio lenguaje, y muchos oyentes despreocupados se vuelven atentos cuando se les propone ilustraciones.
Son útiles para recordar mejor y, en especial, para hacerlos pensar. Aunque para los no interesados en las cosas del espíritu, sólo les sirve de diversión; pues, no se toman la molestia de profundizar en ellas. Por mucho que sigan mirando, ven, pero no perciben (V. 12).
Cierran voluntariamente los ojos contra la luz, y por ello, juntamente pone Cristo su enseñanza bajo la oscura linterna de una parábola, la cual tiene su lado luminoso para los que están prestos a aplicarse la enseñanza a sí mismos. Pero, para aquellos que sólo la toman como un juego, sólo les da un pequeño rayo de luz de vez en cuando, con lo que se marchan más oscuros que como vinieron.
→ La forma en que explicaba las enseñanzas a sus discípulos: Cuando se quedaba solo (V. 10).
No solamente los doce, sino también algunos otros que le rodeaban, tuvieron la oportunidad de preguntarle el significado de las parábolas. Y Él les dijo cuán grande era su privilegio de poder entender el misterio del reino de Dios (V. 11 ).
Mientras otros sólo encontraban diversión, éstos hallaban instrucción. Quienes conocen el misterio del reino de los cielos, han de reconocer que les es dado; que han recibido del Señor Jesús tanto la luz como la vista.
→ Misterio revelado en la parábola del Sembrador:
La parábola del sembrador en el verso 3 comienza con "Oíd", y acaba con "El que tiene oídos para oír, que oiga" (V. 9). Las palabras de Cristo exigen atención; debemos atender con todo esmero, incluso, a lo que todavía no comprendemos totalmente o correctamente.
En las palabras de Cristo hallaremos mucho más de lo que al principio sospechábamos. Vemos luego la explicación que hizo de ella a los discípulos. Tenemos aquí una pregunta que les hizo antes de la explicación: "¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?" (V. 13); como diciendo: "Si no entendéis ésta que es tan sencilla, no tendréis la clave para entender el resto de las parábolas que he de exponeros".
→ El privilegio de comprender Sus enseñanzas:
Antes de explicar la parábola, Cristo muestra cuán triste era el caso de quienes no disfrutaban del privilegio de penetrar en el significado de las enseñanzas del Señor: "A vosotros os ha sido dado, pero... no a ellos". Esto debería despertarnos para orar y esforzarnos a adquirir conocimiento de las cosas de Dios. Si no llegamos a entender las verdades sencillas del Evangelio, ¿cómo podremos entender los pasajes más difíciles?
Esta parábola nos enseña precisamente, a poner atención en La Palabra de Dios y aplicárnosla, pues así es como penetraremos mejor en ella. Consideremos cuán grande es nuestro privilegio de ser discípulos de Cristo, y cuán miserable es la condición de quienes carecen de tales gracias, «no sea que se conviertan, y se les perdone» (V. 12); pues sólo quienes se convierten tienen sus pecados perdonados.
→ La ceguera espiritual no es sin causa:
¡Misterio grande! Pero, no hemos de pensar que esa ceguera les viene a los incrédulos sin culpa de su parte, porque sólo son cegados los que "detienen con injusticia la verdad" (Romanos 1:18).
→ Debemos ser diligentes:
Cristo muestra también a sus discípulos, qué vergüenza era para ellos el necesitar explicación especial de lo que habían oído, por no haberlo entendido a la primera. Quienes deseen avanzar en el conocimiento de la doctrina, deben primero reconocer su ignorancia.
Así pues, les da la explicación de la parábola, como la vemos en Mateo 13:1-23; que en el amplio campo cubierto por el mensaje, La Palabra de Dios cae sobre todos sin discriminación: «El sembrador siembra La Palabra» (V. 14), la arroja a la ventura sin saber a ciencia cierta dónde penetrará, ni cuánto fruto producirá.
→ Esparce la semilla para que se multiplique.
Cristo estuvo ejerciendo este oficio por algún tiempo, cuando pasaba predicando y enseñando; ahora lo hace por medio de sus ministros, y la siembra mediante las manos de éstos. Que de entre todos los que reciben La Palabra por el oído, son relativamente pocos los que la reciben en el corazón, de forma que venga a producir fruto en ellos; aquí hay solamente uno, de cuatro con buen resultado.
Da mucha tristeza pensar, qué cantidad tan grande de la preciosa semilla (que es la Palabra De Dios) se siembra en vano y se pierde; pero... llegará un día en que se pedirá cuentas a los hombres por los mensajes no escuchados (Juan 12:48).
A muchos que se sienten conmovidos por un poco de tiempo por La Palabra, pero no reciben de ella un beneficio permanente. Son emociones súbitas que terminan en una frialdad culpable «como el crepitar de las zarzas debajo de la olla» Eclesiastés 7:6.
Los representados aquí son "los que fueron sembrados en pedregales, reciben La Palabra con gozo, pero terminan en nada, por faltar en ellos la raíz de convicción" (V. 16).
→ Por qué la semilla no da fruto:
La causa por la cual La Palabra no produzca una impresión eficaz y permanente en la mente de los que oyen, no está en la semilla, sino en ellos; unos no ponen atención, de forma que les entra por un oído, y les sale por el otro. Otros se intimidan a la primera prueba o contrariedad; éstas pueden más que las convicciones.
No hay fruto que permanezca, porque el diablo está muy atento a la predicación de La Palabra; no para sacar provecho de ella, sino, para impedir que los demás saquen ese provecho. Pues, viene velozmente como las aves de presa más veloces, y se la lleva antes de que le presten consideración (V. 15).
El gran enemigo de las almas no pierde tiempo en quitarles oportunidades de salvación. Muchos no sacan provecho de la predicación, porque el corazón les reboza de mundanalidad: Riquezas, placeres, preocupaciones excesivas de negocios terrenales, etc; cosas que ahogan la semilla.
Sólo Marcos registra la frase: «y los deseos de las restantes cosas» (V. 19); un apetito necio y desordenado de cosas que agradan a los sentidos, o simplemente a la fantasía. ¡Triste cosa es que una persona se arruine por aferrarse a lo que posee, pero es más triste, que no poseyendo nada se arruine por la ambición de poseer!
→ Lo que Dios espera:
Finalmente, lo que Dios espera es fruto, no hojas; y fruto que corresponda a la especie de la semilla. Una mentalidad y una conducta de acuerdo con el Evangelio.
Por otra parte, no puede esperarse buen fruto si no se ha sembrado buena semilla. Es aquí donde los predicadores y maestros de la Palabra han de examinarse a sí mismos, para ver si lo que siembran es Palabra de Dios, o mero producto de su erudición. Amén.
Esperando que la semilla de este momento sea recibida en mansedumbre, y que la verdadera y única Palabra de Dios, esté siempre en nuestros corazones para seguir sembrando fruto de bendición para toda vida.
Gracias Señor, por usarme de esta manera; soy Tu siervo, y si me lo permites, seguiré labrando Tu tierra. Amén.
Tu hermano Marco Marin Parra,
Bendiciones.
Suecia – Lysekil.
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Basado en Marcos 4.1-20.
Mc 4.1-20 RV60: «1 Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar. 2 Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina: 3 Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; 4 y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. 5 Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. 6 Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. 8 Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. 9 Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga. 10 Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola. 11 Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas; 12 para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados. 13 Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? 14 El sembrador es el que siembra la palabra. 15 Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. 16 Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; 17 pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan. 18 Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, 19 pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 20 Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.» |
→ La forma en que Cristo enseñaba a la multitud: Les enseñaba muchas cosas en parábolas (V.2).
Ese era el método más apto para que le escucharan; ya que a la gente le gusta que le hablen en su propio lenguaje, y muchos oyentes despreocupados se vuelven atentos cuando se les propone ilustraciones.
Son útiles para recordar mejor y, en especial, para hacerlos pensar. Aunque para los no interesados en las cosas del espíritu, sólo les sirve de diversión; pues, no se toman la molestia de profundizar en ellas. Por mucho que sigan mirando, ven, pero no perciben (V. 12).
Cierran voluntariamente los ojos contra la luz, y por ello, juntamente pone Cristo su enseñanza bajo la oscura linterna de una parábola, la cual tiene su lado luminoso para los que están prestos a aplicarse la enseñanza a sí mismos. Pero, para aquellos que sólo la toman como un juego, sólo les da un pequeño rayo de luz de vez en cuando, con lo que se marchan más oscuros que como vinieron.
→ La forma en que explicaba las enseñanzas a sus discípulos: Cuando se quedaba solo (V. 10).
No solamente los doce, sino también algunos otros que le rodeaban, tuvieron la oportunidad de preguntarle el significado de las parábolas. Y Él les dijo cuán grande era su privilegio de poder entender el misterio del reino de Dios (V. 11 ).
Mientras otros sólo encontraban diversión, éstos hallaban instrucción. Quienes conocen el misterio del reino de los cielos, han de reconocer que les es dado; que han recibido del Señor Jesús tanto la luz como la vista.
→ Misterio revelado en la parábola del Sembrador:
La parábola del sembrador en el verso 3 comienza con "Oíd", y acaba con "El que tiene oídos para oír, que oiga" (V. 9). Las palabras de Cristo exigen atención; debemos atender con todo esmero, incluso, a lo que todavía no comprendemos totalmente o correctamente.
En las palabras de Cristo hallaremos mucho más de lo que al principio sospechábamos. Vemos luego la explicación que hizo de ella a los discípulos. Tenemos aquí una pregunta que les hizo antes de la explicación: "¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?" (V. 13); como diciendo: "Si no entendéis ésta que es tan sencilla, no tendréis la clave para entender el resto de las parábolas que he de exponeros".
→ El privilegio de comprender Sus enseñanzas:
Antes de explicar la parábola, Cristo muestra cuán triste era el caso de quienes no disfrutaban del privilegio de penetrar en el significado de las enseñanzas del Señor: "A vosotros os ha sido dado, pero... no a ellos". Esto debería despertarnos para orar y esforzarnos a adquirir conocimiento de las cosas de Dios. Si no llegamos a entender las verdades sencillas del Evangelio, ¿cómo podremos entender los pasajes más difíciles?
Esta parábola nos enseña precisamente, a poner atención en La Palabra de Dios y aplicárnosla, pues así es como penetraremos mejor en ella. Consideremos cuán grande es nuestro privilegio de ser discípulos de Cristo, y cuán miserable es la condición de quienes carecen de tales gracias, «no sea que se conviertan, y se les perdone» (V. 12); pues sólo quienes se convierten tienen sus pecados perdonados.
→ La ceguera espiritual no es sin causa:
¡Misterio grande! Pero, no hemos de pensar que esa ceguera les viene a los incrédulos sin culpa de su parte, porque sólo son cegados los que "detienen con injusticia la verdad" (Romanos 1:18).
→ Debemos ser diligentes:
Cristo muestra también a sus discípulos, qué vergüenza era para ellos el necesitar explicación especial de lo que habían oído, por no haberlo entendido a la primera. Quienes deseen avanzar en el conocimiento de la doctrina, deben primero reconocer su ignorancia.
Así pues, les da la explicación de la parábola, como la vemos en Mateo 13:1-23; que en el amplio campo cubierto por el mensaje, La Palabra de Dios cae sobre todos sin discriminación: «El sembrador siembra La Palabra» (V. 14), la arroja a la ventura sin saber a ciencia cierta dónde penetrará, ni cuánto fruto producirá.
→ Esparce la semilla para que se multiplique.
Cristo estuvo ejerciendo este oficio por algún tiempo, cuando pasaba predicando y enseñando; ahora lo hace por medio de sus ministros, y la siembra mediante las manos de éstos. Que de entre todos los que reciben La Palabra por el oído, son relativamente pocos los que la reciben en el corazón, de forma que venga a producir fruto en ellos; aquí hay solamente uno, de cuatro con buen resultado.
Da mucha tristeza pensar, qué cantidad tan grande de la preciosa semilla (que es la Palabra De Dios) se siembra en vano y se pierde; pero... llegará un día en que se pedirá cuentas a los hombres por los mensajes no escuchados (Juan 12:48).
A muchos que se sienten conmovidos por un poco de tiempo por La Palabra, pero no reciben de ella un beneficio permanente. Son emociones súbitas que terminan en una frialdad culpable «como el crepitar de las zarzas debajo de la olla» Eclesiastés 7:6.
Los representados aquí son "los que fueron sembrados en pedregales, reciben La Palabra con gozo, pero terminan en nada, por faltar en ellos la raíz de convicción" (V. 16).
→ Por qué la semilla no da fruto:
La causa por la cual La Palabra no produzca una impresión eficaz y permanente en la mente de los que oyen, no está en la semilla, sino en ellos; unos no ponen atención, de forma que les entra por un oído, y les sale por el otro. Otros se intimidan a la primera prueba o contrariedad; éstas pueden más que las convicciones.
No hay fruto que permanezca, porque el diablo está muy atento a la predicación de La Palabra; no para sacar provecho de ella, sino, para impedir que los demás saquen ese provecho. Pues, viene velozmente como las aves de presa más veloces, y se la lleva antes de que le presten consideración (V. 15).
El gran enemigo de las almas no pierde tiempo en quitarles oportunidades de salvación. Muchos no sacan provecho de la predicación, porque el corazón les reboza de mundanalidad: Riquezas, placeres, preocupaciones excesivas de negocios terrenales, etc; cosas que ahogan la semilla.
Sólo Marcos registra la frase: «y los deseos de las restantes cosas» (V. 19); un apetito necio y desordenado de cosas que agradan a los sentidos, o simplemente a la fantasía. ¡Triste cosa es que una persona se arruine por aferrarse a lo que posee, pero es más triste, que no poseyendo nada se arruine por la ambición de poseer!
→ Lo que Dios espera:
Finalmente, lo que Dios espera es fruto, no hojas; y fruto que corresponda a la especie de la semilla. Una mentalidad y una conducta de acuerdo con el Evangelio.
Por otra parte, no puede esperarse buen fruto si no se ha sembrado buena semilla. Es aquí donde los predicadores y maestros de la Palabra han de examinarse a sí mismos, para ver si lo que siembran es Palabra de Dios, o mero producto de su erudición. Amén.
Esperando que la semilla de este momento sea recibida en mansedumbre, y que la verdadera y única Palabra de Dios, esté siempre en nuestros corazones para seguir sembrando fruto de bendición para toda vida.
Gracias Señor, por usarme de esta manera; soy Tu siervo, y si me lo permites, seguiré labrando Tu tierra. Amén.
Tu hermano Marco Marin Parra,
Bendiciones.
Suecia – Lysekil.
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