LA INCREDULIDAD.

Por Marco Marín Parra.
Basada en Juan 20:24-29 RV60.

Jesús se apareció diez veces a sus discípulos después de su resurrección, pero el primer domingo en que se apareció a los doce en el aposento alto, el apóstol Tomás no estaba presente. !Cuántas oportunidades se pierden por no asistir al lugar de culto!

La incredulidad de Tomás.

Poco se nos habla en el N.T. de este discípulo, pero los pocos relatos que de él tenemos descubren su carácter. Aunque sentía gran amor por Jesús como maestro ideal, pocas semanas antes, en un arranque impetuoso dijo: Vamos también nosotros, para que muramos con él (Juan 11:16). Pero era escéptico con referencia a las cosas más altas y sublimes que Jesús había enseñado. Cuando sucedió lo que temía, lloró Al Maestro perdido para siempre.

Cuando los otros discípulos, y las mujeres que habían ido al sepulcro le aseguraban que El Señor había resucitado, él se negó a creerlo. No veía más que la tragedia de la cruz, y se empeñó en no creer a menos que todos sus sentidos se lo evidenciaran. Tal vez se sentía superior a sus condiscípulos, por ser más racionalista, que según él, equivalía a ser mejor.

!Cuántos imitadores de Tomás ha habido!, y existen hoy más que nunca, no creen en la resurrección de Cristo ni en otros hechos sobrenaturales; sólo creen lo que ven, pero hay hechos que según la opinión de los más profundos pensadores, escapan a la percepción de la mente y de los sentidos.

La resurrección de Jesús era, y es un hecho histórico. Si Tomás no había visto, otros sí. Los hechos son hechos, tanto si son creídos como si no; pero es triste que por su obstinación, algunas almas se privan de los beneficios de la fe.

Pérdidas inmediatas que la incredulidad reporta.

¡Cuán grandes fueron para Tomás! Afortunadamente sólo por una semana, pero sin la misericordia de Cristo podían haber sido por la eternidad.

¿Qué perdió Tomás?, la esperanza. Días atrás ardía en su corazón de entusiasmo cuando vitoreaba a Cristo el día de la entrada triunfal. Esperaba, sin duda, días de gloria junto al Mesías; pero ahora le había visto muerto, y si no era El enviado de Dios, ¿a quién esperar?

Así los hay hoy en día, el fracaso de Jesús implica el de todos los que vivimos. Si Él no resucitó, ninguna esperanza habría para nosotros. El gozo de la resurrección, aquel gozo que exaltó a las mujeres tras el mensaje del Ángel en la tumba vacía, hizo postrar a Magdalena a los pies de Jesús, y enardeció los corazones de los discípulos de Jesús, pero no tenía entrada en el corazón del escéptico Tomás.

¡Cuántas almas, a causa de su extremada cautela en creer, se privan del gozo inmenso que nace de la fe y la relación con un Cristo Vivo, Invisible, pero presente en el corazón de los creyentes!

La actividad más sublime.

Los que creyeron anunciaron a los otros discípulos: !Ha resucitado!, mas el pobre Tomás, ¿que diría?, ¿cómo hablaría de aquel maestro bueno a quien matarían los romanos por razones de política? Era un mártir más de los gobiernos de la tierra, y ninguna esperanza había para los que vivían. Por eso, sabía que o bien en manos de los romanos o de alguna enfermedad, correría la misma suerte.

El lugar destinado a Tomás, como testigo de Cristo en la tierra, y heraldo de su resurrección en el reino de los cielos. ¿No sería ésta una pérdida irreparable? Pero Tomás amaba a Jesús. El Señor le había elegido para cosas mejores, y no permitió tal desgracia, y su incredulidad dejó una lección importantísima para siglos posteriores.

La aparición de Jesús:

Tomás era como un barco con el timón roto que se había encallado. Jesús surge a tiempo para repararlo y ponerlo otra vez en la ruta. ¿Cómo lo hizo?, con las puertas cerradas, con palabras de paz. Su Presencia debió causar un estremecimiento a Tomás, pero aquella salutación sublime le incluía también a Èl: "Paz a Vosotros".

Ahora más que nunca podría Jesús anunciar paz, después de efectuar la obra del calvario en favor de los pecadores. No importa el grado de incredulidad o pecado a que ha llagado un alma; Cristo hoy se acerca no con palabras de juicio, sino de paz y de perdón.

Con una reprensión de amor: .

La incredulidad es una deshonra a Cristo. A nosotros mismos nos ofende si alguien duda de nuestra palabra; esto lastima el corazón amante de Tomás. Hubo muchos otros discípulos en el siglo 1 y en todos los siglos, que creyeron sin ver.

¿No has visto mi poder divino en las obras de la naturaleza? La convicción de Tomás (v.26) La decisión fue fulminante. Las primeras palabras del Señor: desmoronaron la incredulidad de su mente, las últimas desgarraron su extremada terquedad: ; Jesús era no tan sólo Maestro, sino Dios hecho hombre. Si Jesús ha resucitado, es Divino y Digno de que toda alma le reconozca como Dios y Señor.

¡Qué precioso mensaje para todos los que por abc tengan duda de la resurrección! Amén.

Ayúdame a continuar, para que Dios siga hablando a nuestras vida através de Su Palabra. Y que la paz de Cristo esté siempre contigo, y también conmigo, amén.

Tu amado hermano Marco Marin Parra. Te envío las más ricas bendiciones, y que este tiempo sea de oración por todo el pueblo de Dios.
Tu hermano Marco Marin Parra.
Suecia - Lysekil.
Escríbeme: marcomarinparra@hotmail.com
o visita mi página: www.facebook.com/MePermitesOrarPorTi

http://edificandote.blogspot.com

Imprimir este post.
Compartir este blog con sus amigos...
This entry was posted in , , , . Bookmark the permalink.

Síganos en Facebook:

COMÉNTENOS SOBRE ESTE BLOG:

Amado Dios, dedico a Tí el trabajo de este sitio, y lo hago con todo mi corazón y con todo mi amor, esperando que por medio de él atraerás a los que deseas que vengan a Tí. Por mi trabajo en la oficina no puedo salir a predicar, pero con esto quiero hacer mi aporte. Recíbelo Señor, te lo entrego en tus manos, para que lo sostengas si te place. Recibe Tú la exaltación por los buenos comentarios; y por los ataques y ofensas hacia mi persona toma Tú el control de todo, pues este sitio es Tuyo Señor. A Tí sea la Gloria, la Honra, la Alabanza, el Poder y Majestad, por los siglos de los siglos en nombre de Jesucristo, Señor y Salvador Nuestro. Amén.