QUE DIOS NO SE OLVIDE DE NUESTROS HIJOS.

Por Guillermo A. Morataya.

Pasaje bíblico: Génesis 26: 24-25.

24 Y se le apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo.

25 Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo.

El pasaje nos sitúa en un momento muy crítico de la vida de Isaac hijo de Abraham. En una época de escasez y de hambre, él va hasta la ciudad filistea de Gerar para cobijarse junto a su esposa Rebeca. Por temor a los habitantes de esa región, miente acerca de su esposa diciendo que ella era su hermana, después tiene que confrontar con ellos, pues, estos reclaman para sí las distintas fuentes de aguas de esa región, hasta que llega a Beerseba. Seguramente cansado, turbado y lleno de temor, estando en esa condición nuestro Dios le habla, pues nuestro Señor conoce las necesidades de los suyos y siempre está dispuesto a socorrernos; y le dice: “No temas, por que yo estoy contigo...”

1 La razón por la cual Dios se acuerda de Isaac.

Al pensar en las palabras del Señor para Isaac, me impacta en gran manera el motivo al cual nuestro Dios alude para bendecir a este hombre, y Él le dice: “... y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo.”

Ya habían pasado muchos años desde la muerte de Abraham; sin embargo, al ver la congoja de Isaac, El Señor trae a memoria la fidelidad de Abraham y viene a Isaac para bendecirle.

El recuerdo de la fidelidad de Abraham, mueve el corazón de Dios para bendecir a Isaac, a pesar que habían pasado muchos años desde su muerte.

Uno puede dar un breve vistazo a la vida de Abraham, y se puede ver en él a un hombre que amó a Dios, le creyó, le obedeció, estuvo dispuesto a dar lo mejor de sí para El Señor.

Dios le llamó “amigo”, y a pesar de que ya Abraham había partido de esta tierra, al ver nuestro Señor la aflicción de Isaac, trae a memoria las promesas hechas a Abraham y le dice: ”... te bendeciré por amor de Abraham mi siervo.”

Qué bendición la de Isaac al haber tenido un padre que amó a Dios, esto me retaba en gran manera y pensaba: ¿Qué va a decir nuestro Dios cuando venga la necesidad a las vidas de nuestros hijos y no estemos ya nosotros con ellos?

¿Podrá decir El Señor: "te bendeciré por amor a mi siervo..."? ¿Podrá nuestra vida mover el corazón de Dios para bendecir a nuestros hijos?

Si bien los tratos de Dios son personales, hay promesas de Dios cuando nosotros le amamos y estamos dispuestos a guiar a nuestros hijos en sus caminos.

Cabe preguntarnos: ¿Le creemos a Dios? Fíjese la pregunta, pues no es lo mismo creerle a Dios, que creer en Dios; pues existen muchos hombres y mujeres que dicen creer en Dios pero lastimosamente no le creen a Dios, pues rechazan el evangelio de la gracia y no le han rendido su corazón a Jesucristo.

¿Qué tanto amamos al Señor? ¿Hemos estado dispuestos a obedecerle? ¿Hemos estado dispuestos al sacrificio por amor a Él?

2 Lo que no podemos evitar.

Existen cosas que están fuera del alcance nuestro respecto a nuestros hijos, quizás alguien pueda costear los estudios de sus hijos y lograr que ellos sean unos profesionales, quizás otros puedan atesorar bienes y dejar a sus hijos una herencia material. Pero por más que nos esforcemos, no podremos evitar que nuestros hijos enfrenten en alguna etapa de sus vidas la adversidad; situaciones donde ni el dinero ni el conocimiento humano podrán ayudarles.

Pero sí hay algo que podemos hacer: Legarles las promesas de Dios para con nuestras vidas, amando al Señor, sirviéndole a Él y guiando a los nuestros por el camino de la vida.

3 La instrucción en El Señor.

Podemos ver en el pasaje a un Isaac edificando un altar y adorando al Señor, esto nos habla de la verdad que Abraham supo guiar a su hijo en el temor a Dios.

Si usted recuerda cuando Isaac era un joven y Dios le pide a su padre que lo sacrifique, no existe ningún versículo que haga referencia a una oposición de parte de Isaac, esto nos habla de un Isaac que creía también a Dios y obedecía a su padre.

Abraham supo guiar a su hijo, pero lamentablemente muchos no somos capaces de instruir a los nuestros en el camino de la vida.

Son muchos los hijos de cristianos que no quieren nada con El Señor, quizás nunca se hizo el tiempo para enseñarles en el hogar, no se les enseñó a orar, no se les enseñó a servir, no se les enseñó a leer La Palabra, no se les enseñó a amar a Dios.

Existe en nuestro país un refrán que reza: “Candil de la calle, oscuridad de su casa” , y es que a veces, enseñamos a otros y nos olvidamos de los nuestros, y otras veces no somos capaces de reflejar en nuestras vidas nuestro amor por Dios, y presentamos una idea equivocada a nuestros hijos de lo que significa amar a Dios.

Conclusión:

Quiero hoy retarle a dejar un legado a los suyos, un legado el cual no puede ser arrebatado por otros, una herencia que transcenderá por la eternidad. Primero invite a Jesucristo a su vida (si aun no lo ha hecho), luego refleje el amor de Dios en usted para que ellos sean atraídos a Dios por su conducta, luego instruya a los suyos en El Señor.

Dios le bendiga.
Guillermo A. Morataya.
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