Heme aquí, envíame a mí

Por Marco Marin Parra.
Basado en Isaías 6:9-13.

Is 6:9-13 RV60:

9 Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis.

10 Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.

11 Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en las casas, y la tierra esté hecha un desierto;

12 hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres, y multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra.

13 Y si quedare aún en ella la décima parte, ésta volverá a ser destruida; pero como el roble y la encina, que al ser cortados aún queda el tronco, así será el tronco, la simiente santa.
Dios le toma la palabra a Isaías y le envía a predicar un extraño mensaje: Predecir la ruina de Su pueblo, o incluso, madurarlos para dicha ruina. La misma habría de ser la situación en los días del Mesías, cuando la gran mayoría de los judíos iban a rechazar obstinadamente el Evangelio, y a ser por eso mismo, temporalmente rechazados por Dios.

Estos versículos son citados en parte, o claramente aludidos, por seis veces en el Nuevo Testamento. Se le da aquí a entender a Isaías cuatro cosas: Que la generalidad del pueblo al que es enviado va a hacerse el sordo a su mensaje, y a cerrar voluntariamente los ojos a la luz de la verdad divina, merecen ser cegados por justo juicio de Dios (V. 10).

¡Engórdale el corazón a este pueblo, agrávales los oídos y ciérrales (por completo) los ojos! Engordar (lit.) significa rodear de grasa el corazón, en forma que se vuelva sensual e impermeable a las cosas de Dios. Agravar los oídos, esto es, hacerlos pesados; significa endurecerles el tímpano para que no puedan oír.

El verbo hebreo hashá, más que cerrar significa untar, embarrar, ensuciar, de forma que, por mucho que abran los ojos no puedan ver por incapacidad funcional justamente merecida.

Para entender mejor estos difíciles versículos 9-10, es necesario tener en cuenta:

a) Que el hebreo no hace distinción entre conjunciones finales (a fin de que) y consecutivas (de forma que). Así, la frase: "para que no vean" habría de entenderse como: "de modo que no verán";

b) de manera semejante, el hebreo del Antiguo Testamento tampoco distingue entre lo que es efecto de voluntad, directiva de Dios, y lo que es efecto de su voluntad permisiva (V. Ej. 2 Samuel 24:1; a la luz de 1 Cr 21:1).

Que la consecuencia de este endurecimiento habría de ser, la ruina casi total del pueblo (V. 11-12). ¿Hasta cuándo, Señor? Como si dijese: "¿Va a durar por siempre esta condición del pueblo? ¿Vamos a estar, yo y otros profetas, trabajando en vano entre ellos, de forma que nunca mejore la situación? En respuesta a esto, Dios le dice que ha de continuar predicando al pueblo y profetizando su ruina, aunque el pueblo se haga el sordo a su mensaje, y sufra las consecuencias en la deportación a Babilonia, cuando la tierra quedará completamente desierta (V. 11), y los hombres serán alejados de ella (V. 12).

Los juicios espirituales, comportan muchas veces castigos temporales sobre personas y lugares. No obstante (V.13), Dios se reservará un remanente como monumento a Su misericordia. Recordemos que, la visión de Isaías tiene lugar antes de la caída del reino del norte.

Cuando las diez tribus del reino de Israel marcharon deportadas a Asiria, quedó la décima parte, esto es, el reino de Judá; pero también esta, dice aquí el Señor, "será devorada de nuevo" (Lit.). A su vez, después de la deportación a Babilonia, había de volver una décima parte que constituía el reino de Judá, con lo que siempre queda del pueblo de Dios un tacón, es decir, una pequeña parte del tronco con su raíz, de manera que no sólo queda suficiente para chupar la savia, sino también para recibir injertos (Ro 11:17-24).

El "tacón" es como el del terebinto (mejor que del roble) que, al ser cortado, fluye de él un jugo fragante y resinoso y el de la encina, árbol fuerte y añoso. La Simiente Santa, añade (V.13), será su tacón.

A pesar de su apostasía y del consiguiente terrible castigo de Dios, el remanente es la "Simiente Santa" (Comp. Deuteronomio 7:6; Esdras 9:2) por ser del pueblo "Santo" elegido por Dios.

Que Dios nos ayude a continuar poniendo Su Palabra en Su pueblo, para que la gracia de Él se manifieste en cada vida. Amén.

Tu amado hermano Marco Marin Parra.
Suecia – Lysekil.
Bendiciones.

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