Basado en Lucas 7:11-17.
Lc 7.11-17 RV60: 11 Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. 12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. 13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. 14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. 15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. 16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. 17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor. |
De modo que, podemos tener plena confianza acerca de este incidente sobrenatural, de aquel Cristo a quien reconocemos como Salvador, ensalzado a la diestra de Dios, y cómo Jesús resucitado les apareció en la casa donde residían, y les dio el encargo que nosotros estamos aun procurando cumplir en nuestra época y siglo; o sea, predicar en Su Nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones.
Por esta razón, podemos mirar adelante al lecho seguro de nuestra muerte, imaginándonos los mejores detalles de esta historia verdadera; y sentirnos seguros ante el hecho inevitable de la muerte para alentarnos a nosotros mismos, y a todos los que viven ante el temor de la muerte, como si el Cristo Invisible, pero amado y adorado hoy día por millones en el mundo, dirigiéndoles por la fe las palabras alentadoras de esta historia.
«No llores» (Verso 13).
Podemos estar seguros que Cristo está a nuestro lado en la pérdida de nuestros seres amados, repitiéndonos las palabras: «no llores».
¿Por qué puedo hoy día repetir este consolador mensaje «No llores»? Porque el amor es eterno. El apóstol Pablo que escribió la sublime apología del amor, nos dice mirando el futuro de cada ser humano: «Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor» (1 Co 13:13).
Ten pues por seguro, que estos benditos lazos que han sido tejidos entre nosotros en la vida, no pueden ser destrozados por esta aparente negación de la vida.
La muerte sólo puede tocar el cuerpo, pero sin alcanzar el alma que según muchos testimonios de la Sagrada Escritura, está destinada a volar (Salmo 90:10). Y estas personas vivientes para Dios (Lucas 20:38) no nos han olvidado, sino que nos aman aun.
Tanto es así, que nos asegura el autor de la carta a los Hebreos, que «sin nosotros no pueden sentirse completos o satisfechos ellos mismos» (Hebreos 11: 40).
«No llores», pues, porque el reconocimiento de nuestro amado es seguro.
¿No reconoció María Magdalena al Señor, cuando después de resucitado intentó abrazarse a sus pies, y a los quinientos hermanos a quienes se apareció en un monte de Galilea? ¿No vieron en Él al mismo Señor y Maestro que conocían? ¿Y no dice el Apóstol Pablo que ser desatado (de las ligaduras del cuerpo) y estar con Cristo es mucho mejor? (Filipenses 1:23).
Sí, aunque embellecidos por la hermosura celestial, el rostro que has amado te sonreirá un día, y el mismo tono de voz que ha sido música para los oídos en muchas ocasiones, volverá a hablarte otra vez.
«No llores», solamente te falta dar el paso al otro lado de la sombra de muerte (Salmo 23:6).
El Señor volvió la vida a este joven de Naín, pero hubo otra separación algunos años después, seguramente, motivada por la muerte de la madre; pero cuando tus amados sean reunidos contigo, no habrá más llanto, ni dolor, ni clamor. Tu corazón será satisfecho así como el de aquellos seres que amas, será la reunión definitiva y eterna. Amén.
Gracias Dios mío por poner un nuevo bálsamo en mi corazón. Amén.
Tu amado hermano,
Marco Marin Parra.
Suecia – Lysekil.
Bendiciones.
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