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Por Marco Marin Parra.
Basada en Lucas 24:13-25

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Camino a Emaús el mismo día de la resurrección, iban dos discípulos caminando y "hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido".

El tema que los ocupaba no era sólo la muerte del Señor, sino, las noticias de su resurrección que los ángeles habían comunicado a las mujeres. Al parecer, discutían perplejos sobre las probabilidades de tal resurrección. De improviso, y de incógnito, se les acerca el propio Señor.

«Sucedió que, mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y pasó a caminar con ellos» (V. 15).

Como un forastero que, al ver que iban por el mismo camino que Él también llevaba, les haría saber que se sentía a gusto yendo en compañía de ellos.

Conforme a Su Promesa, dondequiera que dos de los Suyos se hallan tratando de las cosas de Dios, Cristo se unirá a ellos como un tercero en compañía y concordia. Los dos discípulos debilitados antes en su fe y en su amor, quedaron fortalecidos como "cordel de tres hilos que no se rompe fácilmente" (Ecl 4:12).

Ellos discutían entre sí sobre Cristo, y Él viene a poner fin a las dudas de ellos. Toda persona o creyente cuando de veras busca a Cristo, con toda certeza le hallará. Pero, aun que teniendo a Cristo con ellos, no le reconocieron al principio; "Mas los ojos de ellos estaban velados para que no le conociesen" (V. 16).

La primera pregunta que Cristo les hace, es acerca de la tristeza que se traslucía en
el rostro de ellos: "Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis..." (V. 17), y se pararon con aspecto asombrado.

Su aspecto era notorio, pues habían perdido a su Maestro y, en su aprensión, estaban desilusionados de las esperanzas que habían puesto en Él. Dispuestos a abandonar la causa que habían seguido, no sabían qué nuevo rumbo tomar. Aunque Jesús había resucitado y ellos tenían suficiente información al respecto, se negaban a creerlo, al pensar quizá, que era demasiado hermoso para ser verdadero.

Como ellos, también los otros discípulos de Cristo en todas las edades, están a menudo tristes cuando deberían estar contentos y animosos. Pero, al menos hablaban de Cristo. Cristo les pregunta acerca del tema de su conversación: ¿Qué discusiones son éstas que tenéis entre vosotros...?". Aunque El Señor había salido ya de su estado de humillación, con toda ternura se interesa por los problemas de los Suyos.

El Señor Jesucristo toma buena cuenta de la tristeza y del pesar de sus discípulos, y es afligido con las aflicciones de ellos y las nuestras de hoy. Con esto nos enseña a conversar amablemente, y poner verdadero interés en los asuntos y problemas de nuestro prójimo.

En respuesta a la pregunta de Cristo, contestan ellos con otra pregunta: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?" (V. 18). "¿Qué cosas?". Con esta pregunta, el Señor aparecía todavía
más como forastero; parece como si Jesús tuviese en poco los padecimientos pasados.

¡Cómo no iba a saber Él qué cosas eran las que habían acontecido a Él! Quiere informase de ellas por los labios de ellos, y luego les explicará Él el significado y objetivo de esas cosas.

Ellos entonces, le dieron un informe completo, aunque resumido, acerca de Cristo: "De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron." (V. 19-20).

Dan a entender, la desilusión que ellos mismos han sufrido con todo, como motivo de la tristeza que les embarga: "Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel;" (V. 21).

¿Y no es Él quien redime a Israel?...
¿No ha pagado con su muerte el precio de la redención de Israel?...

Pero, ellos no se daban cuenta de ello, por su corazón tardo en creer (V. 25). Esperaban de Él grandes cosas, y estaban decepcionados; la tristeza les quebrantó el corazón.

Los dos discípulos su meta era llegar a Emaús. Hoy te pregunto ¿cuál es tu meta? La mía es poder llegar a tu corazón guiado por El Espíritu Santo, y que puedas ver y sentir en tu corazón lo que Dios tiene para tu vida. Cristo camina contigo. Amén.

Un momento más, honrando a mi bendito Salvador, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Que Dios te bendiga.

Tu amado Hermano Marco Marin Parra.
Suecia - Lysekil.

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